“LEVANTARSE Y CONTINUAR”  

«Ni siquiera los pecados cometidos pueden impedirnos llegar a la santidad si anhelamos alcanzarla» (San Alfonso María de Ligorio).

Una y otra vez escuchamos el valioso consejo de que no debemos dejarnos abatir por nuestros pecados hasta el punto de resignarnos o rendirnos. Si lo hiciéramos, el diablo habría logrado su objetivo. Tras una caída, siempre hay que volver a levantarse y seguir adelante, fortalecidos por el perdón de los pecados. ¡Esa es la gran invitación que nos dirige el Señor!

¿Por qué sucede lo que dice san Alfonso de Ligorio en la frase de hoy? Cuando una persona aspira a la santidad, aspira al supremo amor. ¡Esto es lo decisivo! Cuando se arrepiente, se levanta y sigue adelante, demuestra su amor al Señor. Y es que, como dice el Evangelio, a quien mucho se le perdona, mucho ama (cf. Lc 7,47).

Ahora bien, ¿cómo lo ve nuestro Padre celestial? En el Mensaje a la Madre Eugenia, nos pone un ejemplo para explicarlo:

«Escuchad, hijos míos: hagamos una suposición para que estéis seguros de mi amor. Para mí, vuestros pecados son como el hierro y vuestros actos de amor, como el oro. Si me entregarais mil kilos de hierro, sería menos para mí que si me donarais diez kilos de oro. Esto significa que con un poco de amor se pagan enormes iniquidades».

Nuestro Padre puede valerse incluso de todas nuestras faltas, como nos aseguran una y otra vez los maestros de la vida espiritual. Recordemos siempre que es un Padre lleno de amor, que se complace en perdonar y en volver a levantar al hombre caído. Sin duda, el pecado es terrible y completamente insensato. Pero el amor de Dios es más grande y la sangre de su Hijo nos limpia de todo pecado.

Por eso, debemos luchar con determinación para evitar el pecado. Pero si, a pesar de todo, caímos en él, hemos de levantarnos y seguir nuestro camino con gratitud y humildad. ¡Ándale!