LES ENVIÉ A MI HIJO

“Les envié a mi Hijo, adornado con toda la perfección divina, siendo el Hijo de un Dios perfecto. Fue Él quien vino a trazarles el camino a la perfección. A través de Él os adopté en mi amor infinito como verdaderos hijos.” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Ser verdaderos hijos de Dios… Ya no hay límites por parte de nuestro Padre. El hombre ya no es considerado sólo como una criatura suya, sino que, gracias a la Redención que el Hijo de Dios nos alcanzó, se convierte en hijo y coheredero con Cristo (Rom 8,17).

Nuestro Padre nos atrae hacia sí mismo en la medida en que se lo permitamos. Siendo hijos de Dios, estamos llamados a testificar su amor y glorificar al Padre Celestial con toda nuestra vida.

La vocación de ser hijos de Dios es una gracia inconmensurable, de la que cada día nos volvemos más conscientes. Es la herencia divina que el Padre prepara para sus hijos. Dios nos da la gracia de beber del amor de su Corazón, de vivir día a día en su bondad paternal y de cooperar para que los hombres despierten al amor y a su verdadera vocación.

En otra parte del Mensaje, el Padre se lamenta de que muchas personas pasan por la vida sin hallar una relación de confianza con su Padre Celestial. No han llegado a entender el amor y la ayuda que Él les brinda día tras día.

¡Qué sufrimiento! Por parte de Dios, es el sufrimiento de un amor no correspondido; por parte del hombre, es el sufrimiento de una vida sin hallar su más profundo sentido y pasando de largo ante el verdadero amor.

¿Qué podemos hacer nosotros, como verdaderos hijos? Lo que podemos hacer es ofrecerle al Señor una confianza aún mayor y ponerla seriamente en práctica, día tras día.

Nunca debemos cansarnos de orar por todos los hombres ni de hacer lo que está en nuestras manos para ayudarles a reconocer la verdadera luz. ¡El Señor nos lo recompensará!