LAS BUENAS OBRAS 

“Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos” (Mt 5,16).

Las obras del Señor que realizamos y la luz en que vivimos por gracia de Dios han de dar testimonio de la amorosa presencia de nuestro Padre Celestial en este mundo.

La gloria de Dios se convierte en nuestra gloria, pues dondequiera que sirvamos a nuestro Padre y acrecentemos su gloria en la tierra, Él no dejará de hacernos partícipes de esta gloria. Aunque las personas no sean capaces de percibir la luz de las buenas obras y no glorifiquen consecuentemente al Señor, nunca las habremos realizado en vano. La luz se difunde con cada obra buena, aunque sólo Dios la vea. Nuestro Padre se valdrá de ella y nos recompensará.

Pensemos en una religiosa que ha entregado su vida en una orden contemplativa. Ella no llama la atención, pero en secreto ofrece muchos sacrificios para sostener a los misioneros en su obra de evangelización. ¡Y cuántos otros fieles realizan incontables buenas obras, que sólo conoce nuestro Padre, que ve en lo secreto (cf. Mt 6,4)!

Cada vez que trabajamos en nuestro propio corazón para que se vuelva más amoroso, cada vez que rechazamos una tentación, cada acto de amor –por mínimo que sea– hecho en el Señor y por el Señor, forma parte de aquellas obras que glorifican al Padre y acrecientan la luz en el mundo.

Y si las personas nos alaban por nuestras buenas obras, nunca debemos olvidar de quién nos vino el impulso y la capacidad para realizarlas. Por tanto, no dejemos pasar la oportunidad de transmitir a los hombres que nuestro Padre es el origen de todo bien. Sólo entonces las buenas obras adquirirán todo su valor y brillarán en su esplendor sobrenatural, que es la glorificación de Dios. Nuestro Padre las mirará complacido, y el objetivo de la obra buena se habrá alcanzado plenamente: la bondad del Padre será conocida por los hombres y la luz que brilla en nuestras vidas se convertirá en una invitación para que los hombres busquen y encuentren a Aquél que es la verdadera luz.