LA VIDA: UN REGALO DE AMOR

“Puesto que yo he creado el hombre, tiene que vivir de mí. Mi amor le da la vida en cada instante” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Lamentablemente, se vuelve cada vez más común entre los hombres la ilusión de creer que se puede vivir sin Dios, desconociéndolo o incluso negándolo. Así, permanecen ciegos tanto ante el mundo de Dios como ante la dimensión más profunda de la existencia terrenal.

En realidad, toda la Creación relata la historia de amor del Padre, de manera que los hombres pueden reconocerle a través de ella, aunque aún no conozcan la revelación divina de la verdadera fe. San Pablo nos dice: “Desde la creación del mundo las perfecciones invisibles de Dios -su eterno poder y su divinidad- se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas” (Rom 1,20).

Sabemos que hay muchos sustitutos que dificultan, e incluso bloquean, el conocimiento de la verdad para los hombres. En consecuencia, no reconocen la mano amorosa de nuestro Padre en todo.

¡Cómo se les abrirían los ojos cuando reconocieran la realidad de su existencia! Se darían cuenta de que un Padre lleno de amor llamó a la vida a todas las cosas, incluidos ellos mismos, y les infundió algo grande que procede de Él: el espíritu, el alma, de modo que, cuando un hombre viene a este mundo, porta dentro de sí ese tesoro que viene de su Padre y lo hace semejante a Él.

Entonces reconocerían que no podríamos vivir ni un instante sin su amor. Todo lo difuso e indefinido en la vida cesaría y el hombre comenzaría a ver su vida con los ojos de Dios.

Sobre todo, despertaría en su corazón la gratitud; la ceguera desaparecería y la luz del amor de nuestro Padre le señalaría el camino seguro de la vida. ¡Que todos los hombres se enteren de ello!