LA VERDADERA FUERZA

“Fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder” (Ef 6,10).

Estas son las palabras iniciales de una serie de consejos espirituales que el Apóstol Pablo da para resistir en el combate encomendado a todos los que siguen al Señor. Es una invitación a apoyarnos enteramente en Dios y dejar atrás la falsa seguridad que proporciona confiar en las propias fuerzas y habilidades. Debemos entender y asimilar interiormente que la fuerza de Dios consiste sobre todo en su amor. Este nos salva de todos los peligros que jamás seríamos capaces de superar con nuestras propias fuerzas.

Aunque estas palabras se refieren específicamente al combate contra los espíritus del mal, su aplicación se extiende a todos los ámbitos. Dondequiera que no depositemos toda nuestra confianza en el Señor y, en lugar de eso, antepongamos otras prioridades, quedaremos atados a ellas. De alguna manera, estas ocupan el lugar de Dios y ejercen su dominio, atentando contra la verdadera jerarquía de los valores. En realidad, todas las obras humanas adquieren su significado más profundo a partir de la unión con Dios, que hace al hombre capaz de hacer lo que hace.

La fuerza que nos viene de Dios es el poder de su amor. Cuando entendemos que todo lo bueno procede de Él y que cualquier fuerza verdadera respira la belleza de su amor, empezamos a actuar en la fuerza de su poder. ¡Cuán esencial es esto para todo nuestro camino! ¿Cómo podríamos dar un testimonio más convincente del amor de nuestro Padre que permitiendo que las personas se encuentren con el poder de su amor a través nuestro, y haciendo que nuestro aporte esté impregnado de este su amor?