LA VERDAD RECLAMA SU DERECHO

“La verdad reclama su derecho, pues sin ella no puede entenderse ni mi amor ni mi misericordia” (Palabra interior).

Cuando escuchamos la palabra “amor” y “misericordia”, nuestro corazón se abre de par en par, pues sabemos bien que “Dios es amor” y que vivimos de su misericordia. Sin embargo, los términos no deben desvirtuarse. En ese sentido, a veces es necesario hablar del “verdadero amor” y de la “verdadera misericordia”, para recalcar que también estas bellas palabras pueden malinterpretarse.

Nuestro Padre nos invita a amar al pecador, pero a rechazar decididamente el pecado. Aquí no puede haber concesiones, porque si dejamos de considerar el pecado como pecado o lo relativizamos, abandonamos el fundamento de la verdad.

Por eso es importante llamar a los hombres a la conversión, pues si se lleva una vida que no se ajusta a la Voluntad de Dios, no se puede al mismo tiempo estar lleno de su amor. El pecado obstruye el camino. En tal caso, el amor y la misericordia de Dios consistirán en seguir con gran paciencia a la persona y esperarla hasta que esté dispuesta a dejar atrás los rumbos equivocados. Pero nuestro Padre nunca trivializará el pecado, contradiciéndose a sí mismo y a su palabra.

¡Que esta claridad nunca se pierda en nuestra fe católica! Es una orientación indispensable, tanto para nosotros mismos como también para poder juzgar con espíritu de discernimiento los acontecimientos anticristianos en el mundo y en la Iglesia.