“LA SENDA DE LA JUSTICIA”  

 

«En la senda de la justicia está la vida» (Prov 12,28).

Si buscas la vida, camina por la senda de la justicia.

La justicia es una de las virtudes cardinales, que ennoblecen al ser humano y lo orientan hacia Dios. La persona que practica la justicia ya cuenta con una primera pauta que le abre las puertas de la verdadera vida. En ella habita un importante criterio de discernimiento, pues juzgará según la justicia y no según sus intereses personales.

Sin embargo, en nuestro camino con y hacia el Señor, no nos quedamos sólo en esta loable virtud, que ha sido infundida en nuestra conciencia; sino que nuestros ojos se abren para ver algo mucho más grande: a Aquel que se hizo justicia por nosotros (cf. 2Cor 5,21). En Él, nos encontramos con la justicia divina. Quien tenga ojos para ver y oídos para oír, no pasará por alto la transparencia y belleza de la justicia divina, sino que se rendirá profundamente a ella. Sabe que será juzgado justamente. Aquí no hay lugar para las dudas y todo es pura verdad.

Un hombre que estuvo clínicamente muerto durante unos instantes y fue trasladado al cielo, donde se encontró con los santos, dio testimonio de que en la vida eterna todo está totalmente claro. No cabe duda alguna y todo es como un libro abierto, bañado por el resplandor de la verdad, que es evidente para todos.

Además, el Padre nos concede la suprema gracia de su misericordia. Nuestro Dios justo vino al mundo en la Persona de su Hijo para pagar por nosotros el precio exigido por la justicia. Gracias a este acto, podemos ser partícipes de la verdadera vida en toda su dimensión, y así queda claro adónde conduce la senda de la justicia. ¡Dichoso quien la emprende!