LA SANTA PALABRA DE DIOS

“Tu palabra es pura en extremo, y tu siervo la ama” (Sal 118,140).

La Palabra de Dios nos ha sido dada para que por ella tengamos vida. Es distinta a las palabras meramente humanas. Tiene la fuerza de iluminar toda nuestra vida y de transformarnos. Es el Señor mismo quien se nos comunica a través de su Palabra. En efecto, Dios nos habla y así nos da acceso a su propio ser. A través de las palabras que salen de su Corazón, Él nos concede un encuentro con su amor.

En ninguna palabra del Señor encontraremos falsedad alguna. Todas sus palabras son puras. En efecto, no puede ser de otra manera, porque “Dios es luz y no hay en él tiniebla alguna” (1Jn 1,5b).

Por eso llegamos a amar su Palabra. Ésta nos acompaña a lo largo de nuestra vida y nos guía en el camino (cf. Sal 119,105). Si la dejamos penetrar profundamente en nuestro corazón, esparcirá su luz y ahuyentará todo lo impuro de nosotros. Nada oscuro puede resistir ante su Palabra, porque la luz atraviesa las tinieblas.

Día a día el Padre nos alimenta con su Palabra, porque “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4).

La Palabra de Dios nos confiere una gran seguridad: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24,35).

La Palabra de Dios nos comunica justicia y entendimiento: “Justicia eterna son tus dictámenes, dame entendimiento y viviré” (Sal 118,144).

La Palabra de Dios es verdad: “Tú estás cerca, Señor, tus mandamientos son verdad” (Sal 118,151).

El Padre Celestial ha enviado a su hijo para reconciliar consigo a todos los hombres y hacerlos partícipes de su amor (cf. Col 1,20).

“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).

¿Podré acaso cerrarme a su amor? ¡De ninguna manera! Tu siervo te ama, Señor…