LA PUERTA ABIERTA

“Toca y la puerta estará abierta de par en par para ti” (Palabra interior).

En el Libro del Apocalipsis el Señor dice: “Mira que he puesto ante ti una puerta abierta” (Ap 3,8). Estas palabras se extienden a todos aquellos que buscan al Señor de todo corazón. Ya no tenemos que seguir buscando la puerta, pues Él mismo es la puerta (Jn 10,9). Sólo tenemos que entrar por ella y confiar en su delicada guía.

Sucede una y otra vez en nuestro camino interior, así como también en la realización exterior del seguimiento de Cristo, que nos encontramos ante nuevas puertas, detrás de las cuales se nos abren nuevos espacios. Nuestra forma de tocar a la puerta consiste en mirar confiadamente al Señor, en asimilar su amorosa mirada y continuar nuestro camino.

Nuestro Padre no quiere que nos detengamos en el camino hacia la eternidad, sino que aprendamos a reconocer cada vez mejor su amor y su sabiduría. Pero, sobre todo, quiere que nos tomemos en serio su Palabra y que confiemos plenamente en ella. Nuestro Señor Jesucristo enseñaba a sus discípulos a poner toda su confianza en Él. Ya al inicio, cuando Él los llamó, mandó a Pedro a volver a echar las redes tras una noche de pesca sin éxito. Pedro aprendió la lección. “Por tus palabras echaré las redes” (Lc 5,5) –le dijo, y volvió a salir y quedó sobrecogido por la abundante pesca.

Nuestro Padre nos ha abierto de par en par las puertas de su Corazón y hacia la vida eterna, y nosotros estamos llamados a entrar por ellas y conquistar su Corazón, como lo expresa Santa Teresita del Niño Jesús. Pero también están abiertas de par en par las puertas para el cumplimiento de la misión que el Señor nos ha encomendado en nuestra vida, sobre todo aquellas puertas que nos permiten anunciar el Evangelio. No dudemos en atravesarlas, pues Dios mismo nos las ha abierto.