LA PRIMACÍA DE LA VERDAD

“Si la verdad constituye un escándalo, que se produzca el escándalo y se diga la verdad” (San Ambrosio).

Nunca se puede sacrificar el bien supremo de la verdad en aras de una falsa unidad. De hecho, sería solo una aparente unidad que no podría perdurar. Sería como pretender vivir en comunión y en paz con nuestro Padre y, al mismo tiempo, despreciar sus mandamientos y no esforzarnos por cumplirlos. Esto se puede aplicar a muchos ámbitos y siempre llegaríamos a la misma conclusión: la verdad es un bien tan alto que debemos someternos a ella. Dios mismo es la verdad y nunca puede actuar sin ella.

Hace algún tiempo leí el testimonio de un hombre que, siendo adolescente, estuvo clínicamente muerto durante un breve periodo de tiempo y tuvo la gracia de ver algo de la eternidad. Algunas de sus declaraciones me impresionaron mucho. Por ejemplo, describe que en el cielo no habría discusiones ni altercados. Todo resultaría tan evidente a la vista de todos y cada uno estaría tan consciente de la verdad. ¡Qué condición tan maravillosa!

San Ambrosio llega a decir que la verdad es tan importante que, aunque constituya un escándalo para algunos, no se la puede omitir. Ciertamente, esta frase puede arrojar luz sobre la situación actual de la Iglesia. Como católicos, hemos recibido el gran tesoro de la verdad. No es fruto de nuestras propias reflexiones ni nos pertenece. Si hoy en día se ha convertido en un escándalo atestiguar que Jesús es el único camino al Padre Celestial y que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia, ¡que se produzca el escándalo y se diga la verdad!