“Es necesario que sea conocido, amado y honrado por los hombres, para que, después de haberlos creado, pueda yo ser su Padre, luego su Salvador y finalmente la causa de su felicidad eterna” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
He aquí una advertencia que nos dirige nuestro Padre Celestial por boca de la Madre Eugenia Ravasio, recordándonos cuántas personas no conocen aún a este Dios que tanto las ama. Están en peligro de desperdiciar su vida y, en el peor de los casos, de condenarse eternamente.
Ciertamente esta exhortación nos concierne en primer lugar a nosotros, que intentamos corresponder al amor de Dios. Nuestro Padre nos recuerda que son tantos que ignoran lo más esencial y, en consecuencia, desconocen el sentido de su existencia. ¡Deben enterarse de su amor! ¡Es una necesidad!
¿Una necesidad? ¡Sí! No es que dé lo mismo si vivimos conscientemente en comunión con nuestro Padre Celestial o no. No es que dé lo mismo si observamos los mandamientos de Dios o no. No es que dé lo mismo si conocemos a nuestro Redentor o no. ¡Para nadie es indiferente esta cuestión!
Cada persona que no conoce a Dios está necesitada:
No sabe de dónde viene, ni adónde va.
No sabe quién la creó, ni que tiene un Padre en el cielo.
No sabe que tendrá que rendir cuentas de su vida.
No conoce la dicha de vivir en comunión con Dios.
No sabe que está necesitada de Redención ni conoce al Redentor.
No sabe lo que significa estar separados de Dios por toda la eternidad.
Y su necesidad es tanto más grande cuanto menos ella misma la percibe.
Por eso nuestro Padre quiere que no nos cansemos de anunciar su amor, para que Él pueda aliviar la necesidad de los hombres. Si nosotros nos encontrásemos con una persona necesitada, ¿acaso no le ayudaríamos, y no pasaríamos simplemente de largo? ¡Cuánto más lo hace nuestro Padre, que es el único que conoce y puede remediar la necesidad más profunda de los hombres!
¿Y nosotros? ¡Podemos ayudarle!