LA LUZ DESLUMBRA LAS TINIEBLAS

“Yo moraré en tu corazón y esta luz deslumbrará las tinieblas” (Palabra interior).

Nuestro Padre nos dirige esta maravillosa oferta de morar en nuestros corazones. Si su amor habita permanentemente en nosotros, entonces las tinieblas que a menudo nos acosan quedarán deslumbradas. Podemos entenderlo fácilmente si pensamos en la Virgen María. Su corazón rebosa del amor de Dios a tal punto que el diablo no se atreve a enfrentarse a ella.

Si nuestro corazón está lleno del amor del Señor, la oscuridad no podrá penetrar ni mucho menos expandirse. Al contrario, tendrá que ceder, porque los poderes de las tinieblas –que en su momento fueron maravillosos seres de luz­– quedaron pervertidos por su rebelión contra Dios y están llenos de odio y envidia. También a nivel humano sabemos que, cuando una persona está dominada por el odio y la envidia, su ser se oscurece.

La luz del Padre en el corazón de una persona –es decir, su amor divino– es insoportable e incomprensible para las tinieblas. Puesto que todo lo contemplan desde el punto de vista de su perversión e intentan involucrar a las personas en su forma de pensar y de actuar –cosa que no consiguen cuando se trata de una persona llena del amor de Dios–, el encuentro con una persona así es para ellas como si se amontonase “ascuas de fuego sobre su cabeza” (Rom 12,20).

A nosotros nos corresponde alimentar esta llama del amor de Dios en nosotros, a través de la oración, la Santa Misa, la interiorización de la Palabra de Dios, permaneciendo fieles a la verdad de la auténtica doctrina de la Iglesia y practicando las obras de caridad.

Si esto sucede, las palabras iniciales de hoy podrán hacerse cada vez más realidad en nosotros, y así podremos cooperar con el Espíritu de Dios para debilitar el poder de las tinieblas.