“LA LUZ DEL EVANGELIO”

«Cuanto más leamos el Evangelio, más fuertes seremos» (San Pío X).

Asimilar las palabras del Señor, interiorizarlas y ponerlas en práctica es la brújula segura en nuestro camino en pos de Cristo, siempre y cuando lo hagamos en consonancia con el auténtico Magisterio de la Iglesia. Se trata de la Palabra de Dios, no de reflexiones humanas. Es capaz de iluminarnos y fortalecernos, como dicen las mismas Escrituras:

«Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 118,5).

Y en la Carta a los Hebreos leemos: «La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de doble filo: entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuenta» (Hb 4,12-13).

Y en otro pasaje: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argumentar, para corregir y para educar en la justicia, con el fin de que el hombre de Dios esté bien dispuesto, preparado para toda obra buena» (2Tim 3,16-17).

En particular, es el Evangelio el que nos da a conocer al Señor y sus enseñanzas, de modo que comenzamos a regir nuestro pensamiento y a vivir conforme a la Palabra de Dios. Ella siempre nos levanta y nos moldea a imagen de Cristo, siempre y cuando estemos dispuestos a recibirla. También es esencial para el combate espiritual, como nos hace entender San Pablo en la Carta a los Efesios:

«Recibid también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef 6,17).

La Palabra del Señor es un tesoro que nuestro Padre nos ofrece, pero que solo podemos desenterrar si ponemos en práctica el consejo de San Pío X. La lectura del Evangelio debería ser nuestro pan de cada día; cuanto más lo leemos, más nos deleitamos en su sabor y más nos fortalecemos.