“LA LIBERTAD INTERIOR”  

«Aunque otros quieran privarte de tu libertad exterior, nadie podrá jamás robarte la libertad interior» (Palabra interior).

Estas palabras han de servirnos de consuelo cuando nuestra fe se vea sometida a presiones o incluso sufra persecuciones concretas. Muchos cristianos ya han experimentado esta situación y muchos aún tendrán que vivirla. «La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron», dice el Evangelio según San Juan (Jn 1,5). Y las tinieblas no solo se negaron a recibir la luz, sino que a menudo la combatieron con hostilidad activa.

Pero incluso para tales situaciones nuestro Padre nos ha dejado un camino abierto, pues en medio de las tribulaciones y persecuciones podemos siempre entrar en nuestro «templo interior», allí donde la Santísima Trinidad ha establecido su morada. A este recinto interior del alma no pueden acceder los poderes enemigos, ya sean espíritus del mal o personas al servicio de las tinieblas.

Es sabio que nos familiaricemos desde ya con este espacio interior de nuestra alma, donde la libertad no puede ser restringida desde fuera. Este templo interior se va formando a través de la oración y el trato íntimo con nuestro Padre Celestial. Cuanto más nos sintamos en casa en este recinto, más fácil nos resultará percibir cualquier intento de restringir nuestra libertad para contrarrestarlo como es debido.

Ciertamente, las restricciones a la libertad no solo vienen impuestas desde fuera, sino que también pueden manifestarse en los respetos humanos, en expectativas injustificadas que se depositan en nosotros, en diversas formas de apego desordenado a ciertas cosas o personas, etc.

Pero incluso estas carencias de libertad personal podrán disolverse y superarse a través del diálogo interior con nuestro Padre Celestial, en quien están contenidas todas las fuentes de la verdadera libertad. Si nos adherimos en todo a nuestro amado Padre, se hará realidad lo que Jesús nos aseguró: «Si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres» (Jn 8,36).