LA LEY DEL SEÑOR ES PERFECTA

“La enseñanza del Señor es perfecta, es descanso del alma” (Sal 19,7).

La enseñanza del Señor, que procede de su sabiduría, es sin mancha ni defecto. Así como el buen alimento fortalece nuestro cuerpo y el agua lo vigoriza, así nuestra alma se robustece con la Palabra de Dios y se dirige hacia su meta.

Por eso, el sabio busca día y noche la instrucción del Señor. Temprano en la mañana sale en su búsqueda, no se acuesta a dormir sin haberla hallado, hace vela en la noche para no perdersa ninguna. No quiere hacer nada sin la instrucción de Dios, porque son vanos los proyectos de los hombres si no son iluminados por el Señor.

Es insensato poner la confianza en la sabiduría humana y en el propio conocimiento. Éstos carecen de aquella luz que se derrama del Corazón de Dios sobre el alma del hombre, adornándola con belleza sobrenatural. Carecen de aquella sabiduría que sólo resulta del conocimiento sobrenatural en el amor del Señor. Por eso el alma no encuentra su descanso en la sabiduría o erudición meramente humanas. Por muchos conocimientos que acumule, permanece insatisfecha.

Nuestro Padre siempre nos ofrece su enseñanza perfecta, que es descanso del alma. Nunca nos la niega, si la buscamos sinceramente. Su enseñanza fluye desde su Corazón lleno de amor hacia nuestra alma abierta, y enciende en ella su fuego encantador. Cada instrucción celestial alberga y consolida nuestra alma en Dios, a tal punto que todo lo demás le parece inútil. Como dijo San Pablo: “Considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas, y las considero como basura con tal de ganar a Cristo” (Fil 3,8).

¡Dichoso aquel que busca sinceramente la enseñanza del Señor!