Comienza ahora la misión de Santa Juana de Arco a la cabeza de las tropas francesas.
Su sola presencia les mostraba a los soldados y oficiales que Dios intervendría concretamente en la situación de Francia. Así, la población y los combatientes recobraron el ánimo y la valentía, y creyeron en la misión de la Doncella.
Su presencia era tan impactante que mucha gente la veía como un ángel de Dios.
Juana se propuso convertir el ejército de los franceses en un “ejército de Dios”: No toleraba que los soldados blasfemaran; los llevaba a la confesión y a los sacramentos, y ahuyentó a las prostitutas que seguían a las tropas. Los sacerdotes acompañaban al ejército y celebraban la Santa Misa y las procesiones. Como himno de batalla se entonaba el “Veni Creator Spiritus”.
Para no dar lugar a falsas imágenes, hay que dejar en claro que Juana, de ningún modo, estaba obsesionada con la guerra; ni era vengativa o sanguinaria. De hecho, ella misma no empuñaba las armas ni combatía. Su deseo era que los ingleses volvieran a Inglaterra “por las buenas”. Muestra de esta actitud conciliadora es la carta que dirigió al duque de Borgoña:
JUANA: Conde de Borgoña, la Doncella os pide, en el Nombre del Rey del Cielo, mi legítimo y más alto Señor, que el rey de Francia y vos hagáis la paz: buena, firme y duradera. Perdonaos mutuamente de corazón, así como es debido para buenos cristianos. Y si deseáis continuar guerreando, ¡combatid a los sarracenos!
Conde de Borgoña: os pido, os exhorto y os exijo en humildad que no continuéis luchando contra el santo Reino de Francia, y que sin tardar retiréis vuestras tropas de los diversos lugares y fortalezas que mantienen ocupados. (…)
Vuestra gente y súbditos y Vos mismo debéis saber que, sin importar el número de tropas que juntéis en nuestra contra, no obtendréis la victoria. Y sería una gran pena por la lucha y la sangre derramada de aquellos que se nos opongan…
Sin embargo, ya que los enemigos no aceptaron sus ofrecimientos de paz, lideró a los hombres hacia la batalla, con la fuerte convicción de que “los hombres pelean; pero sólo Dios da la victoria”. A partir de entonces, la situación de Francia dio un giro: ahora ganarían batalla tras batalla; mientras que los ingleses, inicialmente sarcásticos frente a la Doncella, sentirían cada vez más temor. Ella, por su parte, siendo una jovencita sensible, en las luchas rezaba entre lágrimas por los ingleses moribundos.
Su acción militar más conocida fue la liberación de Orléans, que ya había caído bajo el dominio inglés. En este combate, tal como sus “voces” se lo habían predicho, fue herida con una flecha; no obstante, se mantuvo en el campo de batalla, sosteniendo el estandarte, que contenía impresos los nombres de Jesús y de María. Tras un encarnecido enfrentamiento, logró reconquistar la ciudad; a partir de lo cual se la aclama con el inmortal título de la “Doncella de Orléans”.
Gracias a las audaces intervenciones militares de Juana y su ejército, finalmente el heredero Carlos VII pudo ser llevado a Reims para su solemne coronación como Rey legítimo de Francia…
Así, Juana había alcanzado la primera de sus metas en la misión encomendada. Pero no se daría por contenta hasta haber expulsado definitivamente a los ingleses de la entera nación. Sin embargo, el rey comenzó a retirarle su apoyo y fallaba en enviarle las tropas prometidas. Juana le insistía a su rey:
JUANA: Mi señor, ahora es tiempo de luchar. Si no aprovechamos la oportunidad del momento, la guerra durará aún largo tiempo y reclamará muchas vidas. Debemos seguir combatiendo, mi señor. Os lo ruego, no vaciléis. Los soldados están preparados. No discutáis tanto, pues debemos avanzar.
Pero el rey prefirió escuchar a los traidores consejeros, que le proponían negociaciones diplomáticas con el enemigo, pero que, a fin de cuentas, sólo daban tiempo para que éstos ganasen fuerzas y se organizasen mejor para los próximos combates.
Juana no cesaba de implorarle:
JUANA: Mi señor, Dios desprecia la tranquilidad de las almas que ha destinado para la guerra.
El próximo proyecto militar de la Doncella de Orléans era la reconquista de la capital: París.
El momento era propicio: El ejército tenía buen ánimo, los ingleses y borgoñeses estaban debilitados y temían a Juana, sabiendo exactamente por qué la situación de la guerra se había revertido.
Temporalmente, el rey se dejó convencer para emprender el ataque a París, pero en el momento más duro del enfrentamiento, después de que Juana hubiese sido herida, el rey ordenó la retirada en contra de la voluntad de la Doncella. Ella y sus valientes hombres se sentían traicionados, pero no les quedó otra opción que la de obedecer. El rey disolvió el ejército, que tanto éxito había tenido hasta ese momento, y todo el impulso de las luchas victoriosas se paralizó. A Juana no la despidió de su servicio. Le encomendada insignificantes intervenciones militares, que de ningún modo correspondían a su afán de liberar a la entera nación. Juana se asemejaba a un águila encerrada en una jaula. Y, en esta situación, sus “voces” le comunican un doloroso mensaje:
SANTA CATALINA: Hija amada de Dios, no temas. Pero hoy debemos decirte que, ya antes del día de San Juan Bautista, serás capturada.
JUANA: ¡Oh no, caer en manos de los ingleses! ¡No! Si esto sucede, mejor dejadme morir ya, sin los padecimientos del cautiverio…
SANTA CATALINA: Juana, debes aceptar todo tal como venga. ¡Ahora debe ser así! ¡Confía en tu Señor; confía, amada Juana, aunque sea difícil!
JUANA: ¿Ya antes del día de San Juan? ¿Tan pronto? Catalina, decidme en qué hora va a suceder esto.
SANTA CATALINA: Acepta todo tal como el Señor lo deja suceder, y confía en Él.
JUANA: ¡Oh, Dios mío! ¡Cuán difícil es esto para mí! ¿Debo caer en las manos de mis enemigos? ¡Oh no, queridísimo Señor! ¿De verdad esto debe ser así? Amado Jesús: ¿qué es lo que Tú has previsto para Juana? Sabes que prefiero morir a caer en las manos de los ingleses. Pero, si es tu Voluntad, que suceda lo que debe suceder…
Lo que Juana tanto temía en su vida, sucedió: fue traicionada. Mientras se encontraba en una acción militar para socorrer a los habitantes de Compiegne contra los borgoñeses, el capitán de la ciudad mandó levantar el puente, dejando así a Juana fuera, a merced del gran número de enemigos que la rodeaban y que inmediatamente aprovecharon la oportunidad para apresarla. Así, cayó en manos enemigas… y comienza su doloroso año como prisionera, siendo acusada de bruja y hereje por sus enemigos.