En la meditación de ayer, terminamos con la firme certeza de que Santa Juana de Arco, junto con toda la Iglesia Celestial, se apresurará a reunir un ejército espiritual para luchar conscientemente contra las amenazas anticristianas inmanentes y ya existentes. Me gusta llamarlo “el ejército del Cordero”.
El solo término ya deja en claro que se trata de la “Esposa de Cristo”. Es el ejército del Rey del cielo y de la tierra y sus guerreros son aquellos “que siguen al Cordero a dondequiera que vaya” (Ap 14,4).
Volviendo ahora a Juana de Arco, ella consideraba al ejército que el rey legítimo de Francia puso a su disposición como el ejército de Dios. Por tanto, se encargó de que los soldados se confesaran, que las prostitutas que seguían al ejército fuesen ahuyentadas, que el “Veni Creator Spiritus” sea cantado frecuentemente como himno, que se celebrara la Santa Misa y se hicieran procesiones. En otras palabras: todo el ejército debía encontrarse en estado de gracia y cobrar consciencia de que la batalla que había de librar era una obra de Dios.
Aquí nos encontramos con aspectos que también son indispensables para el “ejército del Cordero”, sobre todo porque el combate actual se dirige en primer lugar contra los poderes de las tinieblas.
Juana le había pedido un ejército al verdadero rey de Francia. El ejército del Cordero, por su parte, también está al servicio del verdadero Rey. Por tanto, es indispensable reconocer y creer firmemente que Jesucristo es el Señor del cielo y de la tierra, instituido por nuestro Padre Celestial:
“Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil 2,9-11).
Si el ejército francés, liderado por Juana, debía vivir en estado de gracia, esta exigencia se aplica evidentemente también al “ejército del Cordero” en la tierra, de modo que sus soldados sean realmente aquellos “en cuya boca no se encontró mentira. No tienen tacha” (Ap 14,5).
En la historia de los últimos siglos, conocemos varios casos en los que se formó una resistencia católica contra “invasiones políticas”: el levantamiento de La Vendée contra los abusos de la revolución francesa y el movimiento cristero en México para defenderse de una política anticlerical influenciada por la masonería. En ambos casos, fue una resistencia armada y sus combatientes estaban dispuestos a entregar su vida con tal de proteger la fe y la Iglesia.
El actual “ejército del Cordero”, por su parte, no recurrirá a las armas físicas, aunque sus soldados deben tener el mismo nivel de entrega. Puesto que se trata sobre todo de un combate espiritual contra los espíritus del mal, que quieren generar caos en el mundo y se sirven de personas confundidas, se requiere suma vigilancia y disposición combativa.
Existen muchas formas concretas de ofrecer resistencia al influjo de estas potestades. Pero, en todas ellas, es indispensable estar cimentados sobre el fundamento espiritual que nos hace capaces de luchar conscientemente en el ejército del Cordero: La fe firme en el Señor y el esfuerzo por recorrer sus caminos en estado de gracia.
Desde hace varios años e incluso décadas, he percibido las tendencias anticristianas en el mundo y he estado convencido de que es necesaria una resistencia espiritual. Con gran tristeza, me he percatado de que, a más tardar con el Pontificado actual, este espíritu anticristiano también se está extendiendo masivamente en la Iglesia, debilitándola desde dentro.
Aunque la Iglesia siga teniendo a su disposición las armas de resistencia, cada vez son menos los fieles que se sustraen de la creciente mundanización que se ha producido, incluso en las comunidades religiosas y en la jerarquía eclesiástica. Menos aún son los que ofrecen resistencia concreta. Sin embargo, esto es absolutamente indispensable si no queremos ser cegados o incluso engullidos por el espíritu anticristiano.
Por ello, fundé hace varios años un movimiento de resistencia espiritual con el nombre de Balta-Lelija, que significa “lirio blanco” en lituano. La patrona es Santa Juana de Arco. Para los que forman parte de dicho movimiento, he descrito detalladamente los 4 pilares indispensables para el combate espiritual. Quienes deseen recibir estos escritos y unirse a Balta-Lelija, pueden enviar un correo electrónico a la siguiente dirección: balta-lelija@jemael.net
También en los “3 Minutos para Abbá” (https://t.me/tresminutosparaabba), en las meditaciones diarias y en mis conferencias abordo con cierta frecuencia el tema del combate espiritual, porque éste nos acompañará a lo largo de toda nuestra vida.
Me alegraría que, por ejemplo, los grupos marianos mantuvieran viva la conciencia del combate espiritual, porque de hecho el Santo Rosario y una íntima relación con la Virgen María son de las armas espirituales más fuertes para resistir al poder de las tinieblas.
Por lo demás, confío en que nuestro Señor formará a aquellos que están dispuestos a unirse al ejército del Cordero para defender la fe y la Santa Iglesia, y para anunciarles a los hombres en el mundo a su verdadero Rey y Señor, que quiere salvarlos del abismo de los errores demoníacos. También confío mucho en Santa Juana de Arco, con la certeza de que ella permanecerá inconmovible al lado del ejército del Cordero y nunca se alejará.