LA DIVINA PROVIDENCIA TODO LO GOBIERNA

“La divina Providencia todo lo gobierna, y lo que nosotros consideramos un mal es un remedio” (San Jerónimo).

Estas palabras suponen un desafío espiritual y deberían infundirnos una fe más profunda. Por razones comprensibles, todos nos resistimos a los males que puedan sobrevenirnos, y es correcto que lo hagamos, pues no se puede tolerar el mal sin más. Sin embargo, puesto que nuestro Padre Celestial integra incluso los males en su plan de salvación, Él se valdrá de ellos para el bien de los suyos. Aquí hay que hacer una distinción tan sutil como esencial: Dios nunca puede querer activamente un mal, pero puede permitirlo y convertirlo así en una medicina que nos sane y fortalezca.

Pensemos, por ejemplo, en los molestos ataques del diablo contra aquellos que quieren seguir seriamente a Jesús. Ciertamente, no se pueden desear tales ataques, sino que hay que defenderse de ellos. Pero Dios los utiliza para fortalecer nuestra capacidad de resistencia. En cierto modo, nuestro Padre permite que, a través de ellos, identifiquemos mejor nuestros puntos débiles y trabajemos con mayor determinación para superarlos. Así, nos vemos obligados, por así decirlo, a proteger mejor nuestro castillo interior y a despertar de toda somnolencia y falsa seguridad: “Sed sobrios y vigilad” (1Pe 5,8).

Esto se aplica a muchos ámbitos. Solo gracias a la fe podremos comprender a profundidad esta enseñanza de San Jerónimo, que supone un gran acto de confianza en la omnipotencia y el amor de Dios. Es Él quien lo tiene todo en sus manos, aunque a menudo no lo comprendamos de inmediato.

Pensemos en nuestro amado Señor en Getsemaní. En vista del terrible sufrimiento que le agobiaba y del que aún le esperaba, pidió al Padre que, si era posible, el cáliz pasara sin tener que beberlo, pero enseguida se sometió a su voluntad y recorrió su camino hasta el final. ¡En qué medicina se convirtió la Pasión y Muerte de Cristo para todos los pueblos! Sana sus dolencias más profundas y, si aceptan este remedio, los conduce de la lejanía del Padre a su cercanía.