LA DIGNIDAD DE LOS HIJOS DE DIOS

“¡Elevaos todos a esta dignidad de hijos de Dios! ¡Sabed apreciar vuestra grandeza, y yo seré más que nunca vuestro Padre, el más amoroso y misericordioso de los padres!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Aquí nuestro Padre aborda una cuestión sumamente esencial para la vida de los hombres. ¿En qué consiste la grandeza y la dignidad del hombre? Incluso los discípulos del Señor discutían entre sí sobre quién de ellos era el más grande (Lc 22,24). En respuesta, Jesús les enseñó que la verdadera grandeza consiste en servir (v. 26).

Cuando una persona no descubre su verdadera grandeza y dignidad, corre el peligro de crearse sustitutos para satisfacer la necesidad interior de ser valioso. Así, muchas veces tiene que resaltar sus cualidades exteriores y presumir de sus dones naturales, y no pocas veces se hace dependiente de la estima y del reconocimiento de las otras personas para satisfacer esta necesidad interior y poder resistir ante sus propias expectativas.

Sin embargo, no es esto lo que nos eleva a nuestra verdadera dignidad. En efecto, esta dignidad es un regalo que recibimos de manos del Padre. Es la dignidad que Él nos da al hacernos partícipes de su vida divina como hijos suyos. Día a día estamos llamados a asemejarnos a Él, para que esta dignidad impregne toda nuestra vida y podamos alcanzar la verdadera grandeza al servir desinteresadamente a Dios y a los hombres.

“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su Nombre es santo” (Lc 1,49)–exclama la Madre del Señor, quien, habiendo sido elegida por Dios, correspondió a toda la dignidad de su vocación.

Hemos de reconocer lo que el Padre ha hecho y sigue haciendo por nosotros, alabarlo por ello y corresponderle con nuestro amor, ponernos a su servicio y cooperar así en su obra de amor. Esto es lo que eleva al hombre a su verdadera grandeza.

Si procuramos elevarnos a esta dignidad y aprendemos a apreciar nuestra verdadera grandeza, nuestro Padre Celestial podrá desplegar con más fuerza en nuestras vidas toda su amorosa y misericordiosa paternidad.