LA CRUZ

“Hijos míos, no os describiré toda la magnitud de mi infinito amor, porque basta con abrir los Libros Sagrados, contemplar el Crucifijo, el Sagrario y el Santísimo Sacramento, para poder comprender hasta qué punto os he amado” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La insuperable prueba del amor de Dios por nosotros es la Cruz de nuestro Salvador. En ella se muestra hasta dónde llega el amor de nuestro Padre, que no escatima ni el sufrimiento ni la muerte con tal de salvarnos. Todos sabemos que el Señor cargó un sufrimiento inconmensurable; a saber, el pecado del mundo entero y de todos los tiempos.

¿Cómo puede explicarse esto?

No existe otra explicación que la de un amor que supera con creces nuestra capacidad de comprensión. Debemos llegar a conocerlo para captar aunque sea remotamente su alcance. En la Cruz nos encontramos de forma especial con este amor divino, un mensaje siempre vigente de nuestro Padre.

Él mismo nos da una idea de su amor en el Mensaje a la Madre Eugenia. Nos dice: “En mi Hijo me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En mi Hijo me calumniarán y me crucificarán para matarme. Pero, ¿me detendré por esto? ¡No, mi amor por mis hijos, los hombres, es demasiado grande!”

Todo ello podemos meditar cuando contemplamos la Cruz, y así captaremos cada vez más profundamente el alcance del suceso en el Calvario. Si escuchamos las palabras con las que el Padre cierra esta declaración de amor que acabamos de escuchar, surgirá naturalmente en nosotros la gratitud y la adoración a Dios, porque jamás podremos encontrar un amor más grande que el suyo:

“No me rendí. Reconoced, pues, que os he amado, por así decir, más que a mi Hijo predilecto; o, mejor aún, más que a mí mismo.”