“LA CONFIANZA EN DIOS FECUNDA TODO”  

«Cuanto más confíes en mí, más podré hacer fructificar tu vida» (Palabra interior).

La confianza en nuestro Padre Celestial no sólo es de suma importancia para nuestra vida personal en el seguimiento de Cristo, sino también, y en particular, para el apostolado.

Es fácil de explicar. Cuando depositamos nuestra confianza en Dios más que en nosotros mismos, Él puede actuar sin las barreras que, de lo contrario, le ponemos. Así, no solo nos sabemos cobijados por el amor de Dios y podemos disfrutar de su santa presencia, que ensancha nuestro corazón y lo hace receptivo, sino que este amor nos impulsa cada vez más a hacer lo que Dios dispuso que hiciéramos.

Nuestro Padre siempre tiene en cuenta a todos los hombres. Cuanto más confiadamente le entreguemos las riendas, más podrá llevar a cabo sus planes con nuestra atenta cooperación. Lo que se puede decir de la fe, también se puede aplicar a la confianza en Dios. Pensemos, por ejemplo, en la asombrosa frase de Jesús: “Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este monte: ‘Trasládate de aquí allá’, y se trasladaría, y nada os sería imposible” (Mt 17,20).

La fe y la confianza están íntimamente conectadas. El Señor toma como ejemplo un pequeño grano de mostaza para mostrar lo que la fe es capaz de alcanzar. Esto se puede aplicar directamente a la confianza en Él. Por eso es tan importante que, en todas las circunstancias de nuestra vida, especialmente cuando no vemos ninguna solución e incluso nos desanimamos, demos pasos concretos de confianza: «Padre, confío en ti y en que harás fructificar todo».

Por desgracia, a menudo olvidamos dar estos pasos y confiamos demasiado en nosotros mismos. Entonces debemos orar con fervor: «Padre, quiero confiar en ti sin límites para que todas las labores apostólicas que me encomiendas den abundante fruto».