LA CONFIANZA CONQUISTA EL CORAZÓN DE DIOS

“Confiad en mí con una confianza que os transforma y a la cual no podré resistir. Entonces yo perdonaré vuestras faltas y os colmaré de las mayores gracias” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Dios mismo nos confiere poder sobre su Corazón paternal. Aquí se puede hablar de la “locura de amor” que el Dios santo tiene por nosotros. No hay camino que le resulte demasiado largo, ni carga demasiado pesada, ni fatiga demasiado ardua con tal de convencer al hombre de su amor por él.

¿Qué fue lo que movió a Dios a abajarse a nosotros y a recorrer el camino del sufrimiento para que pudiéramos ser redimidos del pecado? ¿Qué fue lo que movió a tantos misioneros a asumir indecibles fatigas para llevar a las almas a Dios? La  motivación última fue siempre el amor del Padre. Y este mismo amor le movió a aparecerse a la Madre Eugenia para que ella pusiera por escrito sus palabras que nos dejan bien en claro la magnitud de su amor.

Y este amor es también el motivo de nuestra confianza. Al corresponder a él y al sumergirnos en el Océano del amor de Dios, conquistamos su Corazón paternal. Al mismo tiempo, la confianza inquebrantable en el amor de Dios evita que caigamos en desesperación en vista de tantas faltas y pecados que aún nos afligen.

No siempre nos resulta fácil comprender que no es en primera instancia la cantidad de nuestras obras la que nos garantiza el amor de Dios –aunque jamás debe relativizarse su importancia–, sino que la confianza y seguridad en nuestro Padre conquista de golpe su Corazón. Y cuanto más grande sea nuestra confianza, tanto menos podrá y querrá Él resistirse, sino que responderá con su magnanimidad.

Esta confianza también va transformando nuestra actitud interior, pues nos desprendemos cada vez más de nosotros mismos y esperamos de Dios toda la ayuda que precisamos. De este modo, nos volvemos cada vez más dóciles y moldeables para nuestro Padre. Esta actitud no debe confundirse con la impotencia de un niño inmaduro; sino que es el fruto de un verdadero conocimiento de Dios y de nuestra amorosa dependencia de Él.