“LA CERCANÍA DE DIOS”  

«Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros» (St 4,8).

En todo amor verdadero se busca estar cerca de la persona amada. Dios, por su parte, nos colma constantemente con su presencia y su cercanía; busca al hombre y quiere estar junto a él. Pero también es necesario que el hombre busque la cercanía de Dios, le abra su corazón y anhele estar con Él. Entonces percibirá cada vez más la cercanía de su amado Padre, que puede revelarse a un corazón abierto.

Sin duda, la exhortación del apóstol Santiago se refiere sobre todo a la oración, que, al ser la expresión eminente del encuentro con Dios, debería ocupar un lugar primordial en la vida de cada persona. Sin embargo, va más allá, ya que todo lo que hacemos debería estar bajo el amoroso dominio de Dios. Un elemento esencial para buscar la cercanía de Dios es elevar una y otra vez la mirada al Padre, de modo que realicemos todas nuestras actividades cotidianas en consonancia con Él. Así comenzamos a vivir conscientemente bajo su amorosa mirada. Imaginemos a un niño pequeño que lo hace todo mirando a sus padres. Esa mirada es la que le proporciona dicha y sentido a cualquier cosa que haga.

Otro elemento esencial es el diálogo interior con Dios. Son tantas las cosas que tiene que decirnos, si tan solo encuentra un alma dispuesta a escucharle. Se trata de un diálogo que nunca debería interrumpirse y que se puede retomar y continuar una y otra vez en caso de que se haya detenido. También es importante recordar y meditar en retrospectiva sobre lo que se ha hablado con el Señor.

A menudo, se trata simplemente de permanecer en silencio ante Dios y tomarse el tiempo para estar cerca de Él. Es la certeza: «¡Tú estás aquí, amado Padre, y también yo estoy aquí!».

¡Eso basta!