«Cuán poco se conoce la bondad clemente y el amor de tu corazón» (Santa Teresa de Ávila).
Santa Teresa expresa aquí lo que conocemos también del Mensaje del Padre como una especie de lamentación de que esa relación de profunda confianza entre Dios y sus hijos aún no se ha hecho realidad como lo desea.
Un obstáculo que a menudo sigue interfiriendo es una falsa imagen de nuestro Padre, que no nos permite llegar a una comprensión más profunda de su amor. En palabras de Santa Teresa, es la falta de conocimiento de su bondad clemente y del amor de su corazón.
En los días de la Pasión del Señor que recién transcurrieron, antes de que la luz de su Resurrección iluminara todo y ahuyentara la oscuridad, la Iglesia nos hizo meditar en la liturgia sobre los sufrimientos que Jesús asumió por causa de todos los hombres. La fe nos enseña que cada paso que dio en su camino al Calvario lo dio por amor a su Padre y a nosotros, los hombres. Así, el Padre nos revela el camino que ha escogido para que incluso el mayor pecador pueda volver a Él y recibir el perdón. El corazón de Dios está abierto de par en par y toda persona puede acercarse a Él sin temor.
San Bernardo afirma: «Si he cometido un gran pecado, mi conciencia estará turbada, pero no desorientada, pues recordaré las llagas del Señor. En efecto, Él fue herido por nuestra maldad. ¿Quién es tan digno de morir que no pueda ser rescatado por la muerte de Cristo?»
Nuestro Padre quiere que nunca subestimemos su bondad y su amor. Le honramos cuando aprendemos a comprender correctamente su amor, cuando vivimos en él y lo transmitimos a los demás. Dios extiende a todos los hombres la invitación de confiar en Él y acudir a Él, para que, gracias a la verdadera fe, puedan llevar una vida redimida. Así es como quiere ver a sus hijos y les tiene todo preparado para que puedan vivir así.