Volvemos hoy al tema de la oración; esta vez desde otra perspectiva. Sin duda, la oración sirve, ante todo, para glorificar al Señor y para que el alma sea introducida y permanezca en el “gran diálogo” con Él.
En la oración litúrgica, tomamos parte junto a todos los fieles en la plegaria de la Esposa (la Iglesia) a su Esposo. En la Santa Misa, como cumbre de la oración litúrgica, nos unimos al sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz. Siempre debe preservarse y cultivarse esta jerarquía en la vida de oración.
Luego, tenemos también la oración meditativa, que nos sirve para la interiorización; y –si Dios nos la concede– la oración contemplativa, de la que Él se vale para atraer más profundamente el alma hacia sí y adornarla con sus dones.
Hoy quisiera añadir que también existen oraciones que sirven directamente para ahuyentar a los poderes del mal. La más conocida es la oración a San Miguel Arcángel, que se recita a final de la Misa Tradicional cuando ésta no es cantada. De ser posible, convendría que todos incluyéramos esta oración en nuestro orden cotidiano. Es un arma contra los poderes de las tinieblas, que quieren obstaculizar nuestro camino de seguimiento de Cristo y también ejercer su influencia sobre la Iglesia y el mundo. Cada oración pronunciada con fe debilitará su poder, y así podemos luchar conscientemente del lado del Arcángel San Miguel para que el Señor reprenda a estos espíritus (Jd 1,9).
En diversas meditaciones he hecho alusión a que nos encontramos en tiempos de carácter apocalíptico. Son tiempos en que se percibe cada vez más claramente aquella potestad que “conspira contra el Señor y su Ungido” (Sal 2,2). También la Iglesia está siendo atacada, como decía el ya fallecido Papa Benedicto XVI: “El mayor enemigo de la Iglesia no está fuera, sino en su interior.”
A los fieles podrían sobrevenirles persecuciones, que en este momento quizá apenas puedan imaginar pero que, de hecho, ya se hacen presentes y manifiestas. En este contexto, quiero referirme a la importancia de la oración para poder permanecer firmes en tiempos de persecución. Necesitamos equiparnos con un “tesoro interior de oraciones”. Sería bueno, por ejemplo, saberse de memoria uno que otro salmo, aprender a practicar la oración del corazón, saber rezar el Santo Rosario también interiormente, hacer nuestra la oración de recogimiento, etc…
Lo digo porque no podemos descartar la posibilidad de que, en tiempos de creciente persecución, quizá temporalmente no podamos frecuentar el culto público. Recordemos las medidas que fueron tomadas a raíz del coronavirus, que durante un tiempo nos negaron el acceso al culto. No se puede excluir la posibilidad de que la persecución se acreciente, a tal punto que –como ha sucedido en la historia y sigue sucediendo en partes del mundo– se prohíba poseer o leer la Biblia u otros libros de oración, etc… Si la maldad satánica se extiende aún más, puede manifestarse también en el hecho de que todo aquello que dé testimonio de Dios sea visto con sospecha y combatido.
Por eso, necesitamos una especie de “celda interior” o, por decirlo en términos de Santa Teresa, ese “pequeño cielo” al que podemos retirarnos siempre y, sin que nadie lo note, cultivar el diálogo con Dios. Dicho en otras palabras, hemos de edificar un “templo interior” en el que podamos adorar al Señor y hablar íntimamente con Él.
Sería prudente que desde ya lo pongamos en práctica, porque, por un lado, nos ayudará a profundizar nuestra vida espiritual; y, por otra, nos entrena desde ya para poder continuar nuestra práctica religiosa en situaciones de persecución. De esta fuente sacaremos la fuerza para resistir en todas las adversidades con el poder del Señor.
Los tiempos difíciles exigen medidas especiales, ¡y ojalá nos encuentren bien preparados!
Antes de cerrar la meditación de hoy, hagamos un breve recuento de las etapas que hemos recorrido hasta ahora en nuestro itinerario cuaresmal:
–El llamado a la conversión.
–El ayuno.
–Hacerlo todo con la mirada puesta en el Señor.
–Serenidad en las adversidades.
–El rechazo de las tentaciones en el Nombre del Señor.
–Las obras de misericordia.
–La Palabra de Dios.
–La penitencia.
–La purificación del templo exterior e interior.
–La lucha contra los vicios: la gula, la lujuria, la avaricia, la ira, la tristeza, la acedia, la vanagloria y la soberbia.
–Las virtudes, empezando por la fortaleza y la prudencia.
–Un ritmo regular de oración.
–La purificación pasiva.
–La gracia de los sacramentos.
–La fidelidad a la Tradición.
–Escuchar a los profetas, refiriéndonos especialmente a los mensajes proféticos que recibimos del cielo.
–La contemplación y la oración de recogimiento.
–San José y la misión del varón.
–La obediencia en todo su esplendor.
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Meditación sobre la lectura del día: http://es.elijamission.net/2022/03/30/
Meditación sobre el evangelio del día: http://es.elijamission.net/2021/03/17/