HOSANNA AL HIJO DE DAVID

 

“En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él” (1Jn 4,9).

En todas partes ha de resonar este grito sin enmudecer jamás, porque todos esperan la manifestación del Salvador: “¡Hosanna al Hijo de David!” (Mt 21,9).

En la alabanza del Hijo resuena al mismo tiempo la alabanza del Padre, pues Él no pudo habernos mostrado mayor amor que el de enviarnos a su Hijo Unigénito.

Y el Espíritu Santo, enviado a nuestros corazones, es quien inspira y vivifica esta alabanza de Dios, revelándonos cada vez más profundamente su amor y haciéndonos receptivos a él.

No podemos olvidar tampoco la alabanza de la Santísima Virgen, a quien el Padre eligió como Madre de Aquel a quien envió para que viviéramos a través suyo. Nuestro Padre nos envió la vida misma, para que nosotros, los hombres, entendiéramos que el secreto de nuestra vida es su amor.

Una vez que lo entendamos y vivamos profundamente de su amor, ya habremos comprendido lo esencial y el mensaje que Dios quiso comunicarnos habrá llegado a su destino. Sólo si vivimos de su amor, podremos vivir realmente. ¿Quién puede vivir sin amor? ¡Nadie! ¿Quién puede vivir de verdad sin conocer el amor de Dios? ¡Nadie! Es este amor el que lo llena todo…

Por ello, hemos de apresurarnos y hacer resonar el grito: “¡Hosanna al Hijo de David!”, para que, a través del Hijo, los hombres reconozcan y amen a su Padre Celestial.