HONRAR AL PADRE

Dios anhela que nosotros, los hombres, lo amemos y que este amor se exprese también en un culto y una veneración especial.

Podemos imaginar cómo es cuando nosotros mismos estamos llenos de amor y queremos compartir este amor con las personas… Y si a nosotros, que somos tan imperfectos, nos urge transmitir este amor a los demás, ¡cuánto más a nuestro Padre, que es la fuente misma del amor! En efecto, el culto y la veneración que Dios Padre pide, tienen como profundo objetivo que nuestros corazones se dirijan a Él y que descubramos y correspondamos al verdadero sentido de nuestra existencia.

A través de la Madre Eugenia, Dios Padre dirigió las siguientes palabras al Papa de aquel tiempo:

“¡Si tan sólo supieras cuánto deseo ser conocido, amado y honrado por los hombres con un culto especial! Desde toda la eternidad y desde la creación del primer hombre llevo en Mí este deseo. Se lo he expresado muchas veces a los hombres, especialmente en el Antiguo Testamento. Pero el hombre nunca lo entendió. Ahora, este deseo me hace olvidar todo el pasado, siempre y cuando se cumpla ahora en Mis criaturas del mundo entero.”

¿Y por qué el Padre desea este culto especial?

Porque “quiero daros mucho y haceros participar en gran medida de Mi poder y de Mi gloria. Quiero haceros felices y salvaros, y manifestaros Mi único deseo de amaros y ser amado por vosotros a cambio.”

Aquí nos encontramos con el misterio de la relación entre Dios y el hombre: una verdadera relación de amor, que le permite a Dios hacernos partícipes de su gloria; es decir, introducirnos plenamente en su divinidad, como nos asegura el Apóstol Juan en su epístola: “El que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16), y como se describe en el maravilloso himno de la Carta a los Efesios: “Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, (…) redunde en alabanza suya.” (Ef 1,5-6)

Si supiéramos hasta qué punto Dios quiere consentirnos, y cuánto anhela colmarnos de bendiciones, no dudaríamos ni un segundo en adorarle y venerarle como Él pide.