HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 9,26-35): “Segunda huida de Pablo y viaje apostólico de Pedro”    

Cuando [Pablo] llegó a Jerusalén intentaba unirse a los discípulos; pero todos le temían, porque no creían que fuera discípulo. Sin embargo, Bernabé se lo llevó con él, lo condujo a los apóstoles y les contó cómo en el camino había visto al Señor, y que le había hablado, y cómo en Damasco había predicado abiertamente en el nombre de Jesús. Entonces andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba también y discutía con los helenistas; pero éstos intentaban matarle. Cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. 

La Iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaría. Se consolidaba y caminaba en el temor del Señor y crecía con el consuelo del Espíritu Santo. Mientras recorría Pedro todos los lugares, llegó hasta los santos que vivían en Lida. Encontró allí a un hombre llamado Eneas, que era paralítico y llevaba ocho años postrado en cama. Pedro le dijo: “¡Eneas!, Cristo Jesús te cura. Levántate y deja listo tu lecho”. Inmediatamente se levantó. Lo vieron todos los que vivían en Lida y Sarón y se convirtieron al Señor.

La noticia de la conversión de Saulo de perseguidor a mensajero del Señor aún no había llegado a Jerusalén. Por tanto, el miedo a él seguía reinando entre los discípulos y, al principio, no podían creer que ahora fuera uno de ellos. Para superarlo, fue necesaria la mediación de Bernabé, que dio testimonio ante los apóstoles de la conversión de Saulo y del fervor que había mostrado al predicar el Evangelio en Damasco. Tras esto, Pablo fue aceptado en la comunidad cristiana en Jerusalén, y también allí, en la Ciudad del Señor, pudo anunciar el Evangelio con gran autoridad.

A continuación, leemos en los Hechos de los Apóstoles que los helenistas con los que Pablo discutía comenzaron a albergar hostilidad hacia él e incluso querían matarlo. Así que tuvo que huir nuevamente. ¿Qué tenía Pablo para que despertara tanta hostilidad a pesar de haberse unido tan recientemente a la Iglesia de Dios?

Si leemos sus cartas en la Biblia, que hasta el día de hoy nos alimentan espiritualmente, y conocemos su vida apostólica posterior, vemos que verdaderamente era un «instrumento elegido» del Señor, tal como éste se lo había dicho a Ananías (Hch 9,15). En Pablo se combinaba la erudición con la iluminación del Espíritu Santo. El celo que anteriormente había sido ciego y lo había llevado a perseguir fanáticamente a los cristianos ahora se convertía en impulso para anunciar incansablemente el Evangelio. Todo esto dio lugar a una gran fuerza de convicción. Así, Pablo se convirtió en una ayuda inestimable para quienes le escuchaban y se abrían a la verdad, como nos sucede hasta el día de hoy cuando leemos sus escritos. Sin embargo, para aquellos que se cerraban a la verdad, se convirtió en motivo de escándalo. Como vemos, sus oponentes no pueden simplemente alejarse de él y serle indiferentes, sino que se ven confrontados a una situación de decisión.

A esto se suma la astucia que muestra Pablo a la hora de evangelizar a aquellos que aún estaban atrapados en el culto a diversas divinidades y vivían en la ignorancia sobre el verdadero Dios, como veremos más adelante en su discurso en Atenas. Evidentemente, el Señor había concedido una gracia especial a Pablo, que se convertiría en el gran Apóstol de los Gentiles. Representaba un peligro para las potestades de las tinieblas. En todo caso, no podía quedarse en Jerusalén. Por ello, los hermanos lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.

La joven Iglesia, en cambio, gozaba de un período de paz. Seguía consolidándose y el número de creyentes iba en aumento. Los signos y prodigios seguían acompañando a los apóstoles. Pedro, que visitaba las nuevas comunidades, llegó a Lida, donde curó a un paralítico. Este milagro hizo que muchas personas de Lida y de Sarón se convirtieran al Señor. La Iglesia crecía constantemente.

El recorrido de Pedro lo llevó entonces a Jope. Una discípula llamada Tabita había muerto y la comunidad le rogó que fuera donde ellos. Tabita era muy querida por la comunidad y muchos lloraban por su muerte. Los Hechos de los Apóstoles relatan a continuación el milagro que se produjo por medio de Pedro:

“En cuanto llegó, le condujeron a la estancia superior (…) Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Después, vuelto hacia el cuerpo, dijo: ‘Tabita, levántate’. Ella abrió los ojos y al ver a Pedro se incorporó. Dándole la mano la levantó, llamó a los santos y a las viudas, y se la presentó con vida” (Hch 9,39-41).

El milagro de la resurrección de Tabita “se supo en toda Jope y muchos creyeron en el Señor” (v. 42).

La pesca que el Señor había iniciado a través de sus apóstoles era imparable. El Espíritu Santo realizaba su obra y contaba con dóciles colaboradores en los apóstoles, de modo que cada vez más almas quedaban atrapadas por la red del amor divino. Pronto veremos cómo el Evangelio traspasará las fronteras de Israel y la salvación en Cristo se ofrecerá a todos los pueblos, cumpliéndose lo que dijo el Señor: «Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11, 28).

Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/confortar-y-animar-a-los-fieles/

Descargar PDF