HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 3,18-26): “Pedro predica con intrepidez”      

Pedro dijo al pueblo: “Dios cumplió así lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, de modo que vengan del Señor los tiempos de la consolación, y envíe al Cristo que ha sido predestinado para vosotros, a Jesús, a quien es preciso que el cielo lo retenga hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, de las que Dios habló por boca de sus santos profetas desde antiguo. Moisés, en efecto, dijo: ‘El Señor Dios vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo; le escucharéis en todo lo que os diga. Y sucederá que todo el que no escuche a aquel profeta será exterminado del pueblo’. Todos los profetas desde Samuel y los que vinieron después, cuantos hablaron, anunciaron estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres cuando le dijo a Abrahán: ‘En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra’. Al suscitar a su Hijo, Dios lo ha enviado en primer lugar a vosotros, para bendeciros cuando cada uno se convierta de sus maldades”.

Este es el contundente mensaje que Pedro, lleno del Espíritu Santo, tiene que transmitir a los israelitas. Un discurso que, desgraciadamente, hoy en día se escucha demasiado poco y que, sin embargo, es tan esencial para no perder la orientación; es decir, el enfoque en Dios.

La Sagrada Escritura lo había predicho y todo se había cumplido ante los ojos de los judíos. Ahora los apóstoles interpretan a la luz del Espíritu Santo todo el acontecimiento en torno a Jesucristo. Y su testimonio es confirmado por signos y prodigios. El Mesías vino al mundo y padeció para redimir a la humanidad y liberarla de las cadenas del diablo. Ha llegado el momento de una conversión y penitencia sinceras, para que sean borrados los pecados. A este paso exhorta Pedro a los judíos, y este llamado se extiende a todos los hombres a lo largo de los siglos.

Pedro emplea una maravillosa expresión al asegurar que, si se convierten, llegarán “tiempos de consolación”. Así sucede cuando uno se encuentro realmente con el Señor y recibe de Él el perdón de los pecados y una vida nueva. Así como necesitamos respirar libremente para poder vivir de verdad, así inhalaremos por medio del Espíritu Santo la nueva vida celestial de Cristo. Entonces el alma experimentará consolación, pues la vida sobrenatural la vivifica y la libera de la prisión. Como dice el salmista: “Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos” (Sal 123,7).

Pedro habla a la conciencia de los judíos, pues ellos conocían el camino de Dios como ningún otro pueblo. Él les había enviado a los profetas e incluso Moisés había predicho la venida del Señor: “El Señor Dios vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo; le escucharéis en todo lo que os diga. Y sucederá que todo el que no escuche a aquel profeta será exterminado del pueblo”. 

Son palabras contundentes de boca del Apóstol, porque no es que sea irrelevante si escuchamos o no a los profetas. Esto se aplica a nivel general y aún más en lo que se refiere a Jesús, el Hijo de Dios. La libertad con la que Dios ha dotado a sus criaturas racionales no puede consistir en vivir de forma contraria al propósito para el cual fueron creadas. Si incluso lo vemos en la creación irracional, que se atiene a las leyes de la naturaleza, ¡cuánto más se aplica a la creación racional!

Quien no escucha a los profetas que el Señor envía, se autoexcluye de la verdad. Desgraciadamente, esto fue lo que sucedió con el pueblo judío. La ceguera y obstinación de sus líderes religiosos ciertamente contribuyó decisivamente a que una gran parte del pueblo no se convirtiera a Cristo, aunque en los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles nos encontramos con una gran apertura por parte de los judíos.

Esta herida de que sean tan pocos del Pueblo de Israel los que reconozcan a su Mesías y que no pocas veces incluso lo rechacen sigue doliendo hasta el día de hoy. Ciertamente para los judíos creyentes es un consuelo la promesa que Dios hizo a Abrahán al decirle que “en tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Así sucedió, y la “hora de la gracia” para la humanidad no ha expirado aún. Sin embargo, Israel todavía no ha recibido la bendición que le llegaría si se convirtiera a Jesucristo. Por tanto, tampoco se han hecho realidad para ellos las palabras de Pedro: “Al suscitar a su Hijo, Dios lo ha enviado en primer lugar a vosotros, para bendeciros cuando cada uno se convierta de sus maldades”.

No había pasado mucho tiempo desde que los apóstoles empezaron a anunciar la Resurrección del Señor y a confirmar su misión divina mediante signos y milagros, cuando los enemigos de Jesús empezaron a perseguirlos. Éstos no estaban dispuestos a abandonar la obstinación de su corazón y a enfrentarse a la verdad. Pero ahora ya no tenían frente a sí a temerosos discípulos, sino que eran apóstoles fortalecidos por el Espíritu Santo.

______________________________________________________

Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/fidelidad-a-la-tradicion-2/

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/jesus-el-camino-la-verdad-y-la-vida-2/

Descargar PDF