HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 10,23b-29): “Los primeros gentiles abrazan la fe y son bautizados”    

Al día siguiente se levantó [Pedro] y partió con ellos. Les acompañaban algunos hermanos de Jope. Entró en Cesarea al otro día. Cornelio, después de haber reunido a sus parientes y amigos más íntimos, les estaba esperando. En el momento en que entraba Pedro, salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pero Pedro le incorporó diciendo: “Levántate, que también yo soy un simple hombre”. Y conversando con él pasó adentro y encontró a muchas personas reunidas. Y les dijo: “Vosotros sabéis que está prohibido para un judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero Dios me ha enseñado a no llamar profano a ningún hombre. Por eso he venido sin vacilación en cuanto me habéis llamado. Ahora os pregunto por qué motivo me habéis mandado llamar”. 

A través de una visión en la que se le exhortaba a Pedro a sacrificar y comer animales que en el judaísmo se consideraban impuros, el Señor lo había preparado para acudir también donde los gentiles, es decir, los no judíos. Así, Pedro se atrevió a entrar en casa del centurión Cornelio, quien lo esperaba con varias personas a las que había invitado. Cuando llegó, Cornelio le mostró gran respeto postrándose reverentemente a sus pies. Pero Pedro supo cómo reaccionar y le dejó claro que no merecía tal gesto, pues era un hombre como cualquier otro. Lo que le hacía especial era la gracia de Dios que obraba en él y a la que había respondido con toda su vida.

Solo Dios merece gestos como este del centurión. En el Libro del Apocalipsis encontramos un pasaje similar:

“Cuando lo oí y vi, caí a los pies del Angel que me había mostrado todo esto para adorarle. Pero él me dijo: ‘No, cuidado; yo soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que guardan las palabras de este libro. A Dios tienes que adorar’” (Ap 22,8-9).

A continuación, Pedro escuchó el relato de Cornelio sobre el ángel que se le había aparecido y le había ordenado que mandara a buscarle. Ahora se habían congregado para escuchar lo que Pedro tenía que decirles de parte del Señor. Sigamos con los Hechos de los Apóstoles para ser testigos de cómo Pedro anunció el Evangelio a aquella audiencia tan dispuesta a escuchar:

“Pedro comenzó a hablar: ‘En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier pueblo le es agradable todo el que le teme y obra la justicia. Ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciando el Evangelio de la paz por medio de Jesucristo, que es Señor de todos. Vosotros sabéis lo ocurrido por toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo a Jesús de Nazaret le ungió Dios con el Espíritu Santo y poder, y cómo pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; de cómo le dieron muerte colgándolo de un madero. Pero Dios le resucitó al tercer día y le concedió manifestarse, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos; y nos mandó predicar al pueblo y atestiguar que a él es a quien Dios ha constituido juez de vivos y muertos. Acerca de él testimonian todos los profetas que todo el que cree en él recibe por su nombre el perdón de los pecados’” (Hch 10,34-43). 

Todos los que crean en Jesús recibirán el perdón de sus pecados. La salvación en Cristo, predicha por los profetas, debe anunciarse a todos los hombres. Más adelante, san Pablo afirmará en su Carta a los Gálatas: “Ya no hay diferencia entre judío y griego, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer, porque todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús” (Gal 3,28).

Pedro lo comprendió por gracia de Dios. Allí, en casa de Cornelio, su horizonte se amplió y entendió mejor la misión que se le había encomendado: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier pueblo le es agradable todo el que le teme y obra la justicia.”

¡Qué importante es esta nueva comprensión del apóstol! Abre las puertas para todos los gentiles que acudirán a su Redentor. Inmediatamente después, Pedro experimentó la confirmación del Espíritu Santo y sacó la conclusión correcta, como relata a continuación el pasaje de hoy:

“Todavía estaba diciendo Pedro estas cosas cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra; y los fieles que procedían de la circuncisión y que habían acompañado a Pedro quedaron atónitos, porque también sobre los gentiles se derramaba el don del Espíritu Santo; pues les oían hablar lenguas y glorificar a Dios. Entonces habló Pedro: “¿Podrá alguien negar el agua del bautismo a estos que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?” Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedase algunos días” (Hch 10,44-48).

Se había dado el paso esencial. Pero, como veremos mañana, al volver a Jerusalén, Pedro primero tuvo que justificarlo ante los judíos que habían abrazado la fe en Cristo. Los demás apóstoles y hermanos tendrían que asimilar esta nueva situación en la historia de la salvación: también para los gentiles se habían abierto las puertas a la salvación. 

Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/es-preciso-que-entremos-en-el-reino-de-dios-a-traves-de-muchas-tribulaciones-2/

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/la-verdadera-paz-de-cristo-3/

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