HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 10,1-8): “La visión de Pedro y Cornelio”

 Un hombre de Cesarea llamado Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios sin cesar, vio claramente en una visión, hacia la hora nona del día, al ángel de Dios que llegaba hasta él y le decía: “¡Cornelio!” Él le miró fijamente y, sobrecogido de temor, dijo: “¿Qué pasa, señor?” Y le respondió: “Tus oraciones y limosnas han subido como memorial ante la presencia del Señor. Envía ahora unos hombres a Jope y haz venir a un tal Simón, de sobrenombre Pedro, que se hospeda en casa de otro Simón, curtidor, que vive junto al mar”. En cuanto se retiró el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso de los que estaban a sus órdenes, les refirió todo y los envió a Jope.

En la primera fase de la evangelización, la cooperación concreta entre la Iglesia celestial y la militante era sumamente «natural», por así decirlo. Los ángeles se aparecían a las personas para darles indicaciones sobre lo que tenían que hacer, o el Señor mismo las instruía en visiones. Hemos escuchado el relato sobre la conversión de san Pablo y cómo Dios intervino directamente y le dio una orientación segura.

En el pasaje de hoy, se aparece nuevamente un ángel, esta vez a Cornelio, un centurión de la ocupación romana, descrito como un hombre «piadoso y temeroso de Dios». Le da instrucciones para que haga venir a Pedro, que en ese momento se encontraba en Jope. El centurión envía a dos criados en busca de Pedro. Nuestro Padre quiere atraerlo a la fe en su Hijo Jesucristo y empezar a extender así el anuncio del Evangelio a aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel.

Al mismo tiempo, mientras los criados iban de camino, el Señor preparó a Pedro para el encuentro con el centurión Cornelio a través de un éxtasis , transmitiéndole una nueva comprensión que sería de gran alcance para la misión.

Así relatan los Hechos de los Apóstoles lo que sucedió simultáneamente con Pedro:

“Le sobrevino un éxtasis, y vio el cielo abierto y cierto objeto como un gran mantel con cuatro puntas, que descendía y se posaba sobre la tierra. En él estaban todos los cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. Y le llegó una voz: ‘¡Levántate, Pedro, mata y come!’ Pero Pedro replicó: ‘De ningún modo, Señor, porque jamás comí nada profano e impuro’. Y la misma voz por segunda vez: ‘Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano’. Esto ocurrió tres veces y enseguida el objeto fue elevado al cielo” (Hch 10,10-16).

Pedro todavía tuvo que comprender más a fondo que la gracia que vino al mundo con Jesucristo se ofrecía a todos los hombres y que, por tanto, la misión de los apóstoles iba a ir mucho más allá del marco del Pueblo de Israel, como había sido hasta entonces. Si bien es cierto que el esperado Mesías, en la Persona de Jesús, vino en primer lugar para los judíos, que hacía tiempo habían sido preparados para recibirlo, después de su Resurrección Él dio instrucciones a sus discípulos para que fueran al mundo entero y bautizaran a todos los pueblos, enseñándoles a guardar sus mandamientos (Mt 28, 19-20).

Sigamos escuchando el relato de los Hechos de los Apóstoles:

“Mientras Pedro seguía pensando en la visión, le dijo el Espíritu: ‘Mira, te buscan tres hombres. Levántate, baja y vete con ellos sin ningún reparo, porque los he enviado yo’. Bajó Pedro al encuentro de los hombres y les dijo: ‘Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es el motivo de que hayáis venido?’ Ellos respondieron: ‘El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, acreditado por toda la población judía, recibió aviso de un santo ángel para hacerte venir a su casa y escuchar tus palabras’.” (Hch 10,19-22)

Las puertas de la evangelización estaban abiertas de par en par y vemos que Dios mismo había preparado el camino. Esta es una buena lección para nosotros si nos hemos puesto al servicio de nuestro Padre para dar testimonio del Señor. La fecundidad de la misión no la definirán primordialmente nuestros propios esfuerzos y nuestro conocimiento. Sobre todo, se trata de escuchar al Espíritu Santo y seguir sus indicaciones. Eso es lo que nos enseña la Sagrada Escritura.

No es que sólo en la Iglesia primitiva el Espíritu Santo obrara con tanta fuerza y claridad a través de visiones y experiencias sobrenaturales, y hoy ya no sea así. Sin duda, el Espíritu Santo conoce diversas maneras de comunicársenos. Pero todos los caminos guiados por Él tienen en común su meta: el anuncio del Evangelio a todos los pueblos. ¡Nadie está excluido de la Buena Nueva! En cambio, si ya no se tuviera como objetivo cumplir el mandato misionero de Jesús y, en lugar de eso, ganaran terreno otras ideas que afirman que hoy en día esto ya no es absolutamente necesario, puesto que existen otros caminos paralelos hacia Dios, entonces sería señal de que se ha sustituido la guía del Espíritu Santo por razonamientos humanos y engaños.

Pedro, por su parte, sigue las instrucciones de su Señor y se pone en camino con los criados hacia la casa de Cornelio, donde seguirá reconociendo y sirviendo a las maravillas de Dios. Allí se dará un gran paso en la misión encomendada a los apóstoles.

Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/proclamar-el-evangelio-con-sabiduria-2/

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/permanecer-en-la-palabra-2/

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