HECHOS DE LOS APÓSTOLES: “El testimonio de los apóstoles y la crisis actual de la misión (III)”

Al abordar hoy la cuestión de si hay indicios que sugieren que León XIV reconduzca a la Iglesia por el buen camino, en conformidad con la Sagrada Escritura y la Tradición, me centraré sobre todo en el tema de la misión, del que hemos hablado en las dos últimas meditaciones.

Tenemos un primer discurso del nuevo Pontífice relacionado con el tema que estamos abordando. Se trata del «discurso a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas» que les dirigió el 19 de mayo de 2025. Citaré algunos extractos importantes para el tema en cuestión:

“Consciente de que sinodalidad y ecumenismo están estrechamente relacionados, deseo asegurar mi intención de proseguir el compromiso del Papa Francisco en la promoción del carácter sinodal de la Iglesia Católica y en el desarrollo de formas nuevas y concretas para una sinodalidad cada vez más intensa en el ámbito ecuménico”.

Llama la atención que, desde el inicio de su pontificado, León XIV haga referencia una y otra vez a su predecesor, Francisco. Esto no solo debe entenderse como un gesto de cortesía y respeto, sino que también pone de manifiesto que seguirá el camino que Francisco había emprendido con la Iglesia. Hasta ahora, en las frecuentes menciones y alabanzas a Francisco no se percibe ni la más mínima distancia crítica hacia su pontificado y sus extravíos. Escuchemos otro pasaje de su discurso:

“Uno de los puntos clave del pontificado del Papa Francisco ha sido el de la fraternidad universal. En este tema, de verdad que el Espíritu Santo lo ha ‘impulsado’ a dar grandes pasos hacia adelante en las aperturas e iniciativas que ya habían comenzado a asumir los Pontífices precedentes, sobre todo desde san Juan XXIII. El Papa de la ‘Fratelli tutti’ promovió tanto el camino ecuménico como el diálogo interreligioso, y lo hizo sobre todo cultivando las relaciones interpersonales de modo que, salvaguardando los vínculos eclesiales, se valorizara siempre el aspecto humano del encuentro. Que Dios nos ayude a atesorar su testimonio”.

Aquí debo contradecir claramente a León. Es cierto que Francisco llevó adelante las aperturas de los papas precedentes, pero esta dinámica le condujo, entre otras cosas, a las desafortunadas declaraciones que cité en las meditaciones anteriores (Abu Dabi y Singapur). Por tanto, el papa Francisco no puede haber sido impulsado por el Espíritu Santo al emprender este rumbo de la fraternidad universal, el camino del ecumenismo y la promoción del diálogo interreligioso, siendo así que este último terminó en una renuncia a la evangelización.

El mencionado vínculo eclesial —y, por tanto, con el Magisterio y la Tradición de la Iglesia— habría impedido que Francisco diera esos pasos tan funestos que ahora se ciernen como una sombra paralizante sobre la Iglesia y su misión. Si León XIV se hubiera distanciado prudente, pero claramente, de este camino, se habría generado una nueva situación que habría alimentado la fundada esperanza de un cambio con respecto a la misión. En lugar de ello, por desgracia, le escuchamos decir que deberíamos atesorar el testimonio de Francisco. El siguiente extracto del discurso a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas lo reafirma una vez más:

“Ustedes han sido testigos de los notables esfuerzos realizados por el Papa Francisco en favor del diálogo interreligioso. A través de sus palabras y acciones, ha abierto nuevas perspectivas de encuentro, para promover ‘la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio’ (Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4 de febrero de 2019)”. 

Creo que podemos constatar sin lugar a dudas que, en este punto, el nuevo Pontífice continuará sin fisuras el camino de su predecesor, en el que se sustituye el anuncio del Evangelio por la «cultura del diálogo». Sin embargo, este diálogo no tiene como fin llevar con sensibilidad y delicadeza el mensaje del Evangelio a los corazones de los que pertenecen a otras religiones, sino que reclama su propio valor, que se centra en la búsqueda de otras metas, como la fraternidad universal de todos los hombres.

El objetivo principal de tales encuentros y diálogos ya no es el anuncio del Evangelio a todas las personas, independientemente de su religión. ¡Al contrario! Incluso se ha abandonado este objetivo, como vimos en la nefasta Declaración de Abu Dabi, en las afirmaciones de Francisco en Singapur y en el discurso del arzobispo Bruno Forte en relación a la misión hacia los judíos (véase: Meditación del 30 de mayo).

Para responder a la pregunta inicial, no hay indicios de que el actual Pontífice cambie de rumbo en este asunto. De lo contrario, tendría que darlo a entender clara e inequívocamente para empezar a sanar la dolorosa herida causada por las afirmaciones apóstatas de su predecesor sobre la misión. Pero León XIV no lo hizo. ¿No pudo haber pronunciado palabras como estas para alegría de los fieles?

«Queridos hermanos y todos los que buscan a Dios,

Hace tiempo que observo los esfuerzos de la Iglesia por entablar un diálogo con los representantes de otras religiones. Sin embargo, he constatado que el anuncio de nuestro Señor Jesucristo, que trae la salvación a todos los hombres, ha quedado relegado a un segundo plano y, en algunos casos, incluso se lo ha abandonado. Pero esto no debe ser así, pues la Iglesia tiene que cumplir su misión. Por tanto, ha llegado el momento de examinarlo todo a la luz de la fe y ponerlo en consonancia con el testimonio de los apóstoles y el camino precedente de la Iglesia».

Meditación sobre la lectura del día (Fiesta de la Visitación): https://es.elijamission.net/dios-exulta-por-su-pueblo/

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