HE TOMADO POSESIÓN DE TI

«En mi amor, he tomado posesión de ti. ¡Eres mío!» (Palabra interior).

Conocemos una frase similar en la Sagrada Escritura: «No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío» (Is 43,1). Y San Pablo exclama: «Ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rom 8,39).

Verdaderamente, somos hijos de nuestro Padre Celestial, a quienes Jesús congregó y rescató del poder de las tinieblas con su sangre derramada en la Cruz. Hemos entregado nuestra vida a Aquél que nos lo ha dado todo, y Él nos ha marcado con el sello de su amor.

Con gusto entregamos nuestro corazón al Señor, el verdadero Rey y Dios, que nos ha entregado primero su Corazón. Se lo damos incluso si todavía es rebelde y caprichoso, y lo sometemos al dominio de su amor. ¡Que Él lo moldee según su Corazón, para que glorifiquemos al Padre tanto como podamos!

Nuestro Señor siempre nos defenderá de aquellos que quieran apoderarse de nuestra alma y oscurecerla. Si somos perseguidos, nos mostrará una salida. Si quieren intimidarnos, nuestro Padre nos fortalecerá. Si sucumbimos a nuestra debilidad, nos levantará. Si nos agotamos en el camino, nos enviará a su ángel. Nadie puede cuidar de nosotros mejor, con mayor libertad y amor, que nuestro propio Padre. Nadie nos amará más que el Señor ni nadie podrá tratarnos tan bien y con tanta ternura como Aquél que es el amor mismo.

Oh, Señor, ¡qué alegría es pertenecerte! Te imploramos que tomes posesión de nosotros más profundamente aún y que remuevas todo aquello que todavía obstaculiza tu obra, para que te pertenezcamos cada vez más y no queramos otra cosa que cumplir tu santa Voluntad.