“Yo conozco tus deseos y preguntas, aunque no los pronuncies. Sin embargo, me encanta que me los expreses, porque entonces tu corazón se abre aún más y crece tu confianza en mí” (Palabra interior).
Nuestro Padre, que nos conoce hasta lo más profundo de nuestro ser, sin duda sabe cuáles son nuestras preocupaciones y las preguntas que llevamos dentro. Siempre y en todo momento podemos hablar con Él en lo secreto, y así crece la familiaridad con Él. Pero nuestro Padre también nos invita a expresarlo en palabras concretas: por ejemplo, decirle que le amamos, alabarle, darle gracias y también plantearle las preguntas que llevamos en el corazón. De alguna manera, esto nos permite objetivar la situación, de modo que la palabra se convierte en una realidad tangible, por así decir.
Podemos entenderlo fácilmente si pensamos en una persona que nos ama: ella no sólo lo lleva en lo secreto de su corazón ni lo expresa únicamente con gestos, sino que también nos lo dice concretamente. Esto profundiza la relación y el corazón se ensancha aún más, mientras crece la seguridad del amor mutuo.
Esto es lo que quiere alcanzar nuestro Padre al invitarnos a expresarle con palabras audibles lo que llevamos en el corazón. Es como si surgiera una realidad distinta, una relación aún más “comprometedora” con nuestro Padre Celestial, por decirlo en términos humanos. Y más aún si está presente una tercera persona, escuchando lo que le estamos pidiendo al Señor y siendo testigo del momento.
Todos estos aspectos han de animarnos a hablar abiertamente con nuestro Padre. Podemos estar seguros de que esto le complacerá y hará que nuestra relación con Él sea cada vez más realista y cercana.