«Sé fiel y atento conmigo, incluso en las cosas más pequeñas. Eso incrementará tu fuerza» (Palabra interior).
La frase de hoy nos introduce en un discipulado más profundo en el que el Padre nos enseña a recorrer sus caminos con suma atención. Aunque tengamos que luchar constantemente contra la negligencia y la pereza, forma parte de nuestro autodisciplinamiento no dejarnos llevar por la dinámica del descuido. Lo sabemos por experiencia en lo que respecta a los asuntos terrenales: Cuando no estamos atentos, se nos escapan fácilmente de las manos y, cuanto más nos ocurre, más nos dejamos dominar por ellos.
Esto se aplica aún más en el ámbito espiritual, donde las negligencias pueden convertirse rápidamente en malos hábitos, abriendo la puerta al pecado venial.
Nuestro Padre nos ofrece el antídoto: serle fieles incluso en las cosas más pequeñas, realizándolas y percibiéndolas con atención y diligencia. No se trata de ser escrupulosos, de tener constantemente el temor de poder hacer algo mal o de estar sometidos a una malsana «presión de rendimiento» ante el Padre Celestial. Antes bien, es un acto de amor cumplir con precisión la tarea encomendada, en la medida de nuestras posibilidades. Si lo hacemos, no solo estaremos cumpliendo con nuestra obligación del amor, sino que también nos fortaleceremos en nuestro camino de seguimiento, como nos sugiere la frase de hoy. Así, nuestro «castillo interior» se verá reforzado y no dejaremos ninguna puerta abierta por la que puedan colarse otros espíritus para perturbar.
Si invocamos al Espíritu Santo, ciertamente nos ayudará a percibir cada vez más finamente los caminos de Dios, a corresponder mejor a su amor y a cultivar más plenamente esta santa relación de amor.
