«Cada día tiene su propia misión. En el rezo de Completas, examina si la has cumplido» (Palabra interior).
Ciertamente, estas palabras se dirigen en primer lugar a las personas que viven según el orden espiritual de los monasterios o comunidades religiosas. Sin embargo, también son fructíferas y aplicables a cualquier persona que quiera llevar una vida espiritual seria y recorrer cada jornada de la mano del Señor.
¿Cuál es el propósito de nuestro Padre al darnos estas indicaciones?
Sin duda, quiere que vivamos cada jornada de forma consciente, reconociendo y cumpliendo sus designios día tras día. En efecto, cada día tiene su propia misión. Si lo examinamos ante Dios por la noche, antes de acostarnos (como suele hacerse en los monasterios durante el rezo de Completas), aprenderemos a percibir cada vez más claramente su guía. Entonces, nuestra jornada ya no será simplemente una serie de tareas y obligaciones que cumplir, sino que reconoceremos cada vez más la mano de Dios en todos los acontecimientos y nos encontraremos más profundamente con Él. Así, cada día, el día de hoy, se nos convierte en una etapa del camino hacia la eternidad.
Esto también se aplica cuando realizamos las tareas más comunes que la vida trae consigo, como generalmente sucede. Nos va quedando cada vez más claro que el Señor nos las encomienda y que también de las cosas más sencillas tendremos que rendirle cuentas. Así, el consejo de hoy nos ayuda a tomar conciencia de nuestra responsabilidad ante Dios y de todo lo que conlleva nuestra misión de dar testimonio de Él como cristianos.
En cierto modo, será un día distinto cuando lo examinemos por la noche ante nuestro amado Padre e identifiquemos el «hilo de oro» que marcó la jornada. Esto también nos preparará para vivir con más atención el día siguiente, porque ¿quién no desearía haber cumplido mejor su tarea cuando realice el próximo examen de conciencia? ¡Todo sirve para amar más profundamente a nuestro Padre y servir al prójimo con mayor amor!
Y, si fuimos débiles y nos quedamos cortos ante lo que se nos había encomendado, el Señor nos consolará y nos levantará.
