ESPERAR CON PACIENCIA LA GUÍA DEL SEÑOR

“Siempre recibirás instrucciones mías. Sólo tienes que esperar con paciencia” (Palabra interior).

El Padre nunca nos dejará sin instrucción cuando nos dirijamos a Él. Debemos contrarrestar la incredulidad que a veces aún albergamos con esta sencilla certeza de la fe: la amorosa intención de nuestro Padre es guiarnos a salvo por esta vida. Así como nos proporciona todo lo necesario para la vida natural, todo aquello que había tenido preparado desde siempre para nosotros, así como nos hace partícipes de su vida divina, Él también quiere que alcancemos nuestra meta. Por tanto, es obvio que nos guíe y nos instruya, siempre y cuando se lo pidamos y pongamos de nuestra parte para estar en condiciones de comprender incluso la guía más sutil de su amor.

Es importante no pasar por alto la exhortación que sigue a esta maravillosa promesa de nuestro Padre: «Solo tienes que esperar con paciencia». Paciencia significa saber esperar el momento preciso y no confundir el ímpetu de nuestra propia naturaleza con el impulso del Espíritu Santo. Precisamente en la verdadera paciencia se manifiesta el crecimiento en la vida espiritual, pues ésta brota de la confianza en el Padre y de la interiorización de su amor, que nos ha demostrado incontables veces.

Así, la espera paciente y confiada en las instrucciones de Dios se convierte en un signo de madurez, y el camino de Dios con nosotros se transforma en una obra de arte espiritual que empieza a desplegar una atrayente armonía en todo el ser del discípulo. La seguridad que se deriva de ello no proviene tanto de que las circunstancias naturales transcurran en orden, sino de un cierto reposo en Dios, que permite a nuestro Padre comunicarnos sus instrucciones de forma cada vez más directa. Así, la vida sigue cada vez más las pautas del Espíritu, que le confieren aquella profundidad que brota de la creciente relación de amor con nuestro Padre divino.