ESPERAR AL ESPÍRITU SANTO

“No os anticipéis al Espíritu Santo” (Palabra interior).

El envío del Espíritu Santo es un gran regalo del Padre Celestial para nosotros, los hombres. Jesús les había hablado a sus discípulos de cuán importante sería su descenso y les había ordenado que lo esperasen (Hch 1,4). En efecto, fue Él quien los hizo capaces de anunciar el Evangelio con autoridad, al hacerse eficaces en ellos sus 7 dones.

Para nuestra meditación de hoy, es importante la orden del Señor de que los discípulos debían esperar la venida del Espíritu Santo y no anticiparse a cumplir el encargo que Jesús ya les había encomendado.

También nosotros debemos aprender a esperar al Espíritu Santo. En nuestras más diversas acciones, no pocas veces nos dejamos llevar por nuestra naturaleza humana o simplemente por lo que nos dicta la razón. Pero entonces aún no han madurado en el sentido espiritual y, en consecuencia, muchas veces son precipitadas.

Los maestros de la vida espiritual nos recuerdan que nuestra naturaleza humana es limitada y que no podemos tener la certeza definitiva de que aquello que pensamos o hacemos sea siempre lo más apropiado para la situación dada.

El Espíritu Santo, en cambio, no está sujeto a esta falibilidad. Cuando un impulso o instrucción realmente viene de Él y nosotros le obedecemos, adquirimos una seguridad en nuestro pensar y actuar. Pero para ello es necesario que conozcamos mejor al Espíritu Santo y comprendamos sus mociones y su forma de guiarnos.

Para que esto suceda, es importante entrar en diálogo con Él y permanecer en él. Si queremos vivir y madurar como personas espirituales, conviene que siempre consultemos al Espíritu Santo los asuntos importantes. Cuanto más familiarizados estemos con Él, más sutilmente Él podrá guiarnos, de modo que percibamos cuándo nos estamos anticipando, en lugar de esperar al Espíritu Santo y, con Él, el momento oportuno.