ENTREGA INCONDICIONAL A DIOS

«Preferiría morir antes que retractarme de lo que Dios me ha encomendado hacer» (Santa Juana de Arco).

Solo quien está profundamente unido al Señor y vive en la verdad puede atreverse a decir tales palabras. Juana de Arco las pronuncia sabiendo bien que su vida corre peligro. Se ha entregado totalmente a la guía de Dios y solo de Él tiene su seguridad. La joven Juana tuvo que defenderse de la acusación de brujería en un proceso eclesiástico injusto, convocado por un obispo que colaboraba con sus enemigos. Se enfrentaba a un gran número de eruditos, la mayoría de los cuales estaban dispuestos a condenarla.

Nuestro Padre arraiga profundamente en nosotros la verdad. Si le permanecemos fieles con la fuerza del Espíritu Santo, ya no querremos oponernos nunca más a ella, sino que siempre la seguiremos. Será imposible resistirnos a ella, siempre y cuando no nos dejemos debilitar por los respetos humanos o por el miedo a perder nuestra vida. Es porque Dios mismo es la verdad y el espíritu de fortaleza nos dispone a defenderla contra todo engaño.

En este contexto espiritual brotan estas palabras de los labios de Santa Juana de Arco, haciendo honor a nuestro Padre y a ella misma. ¡Cuánto se habrá complacido el Señor en la doncella de Orléans, al ver cómo estaba dispuesta a dar su vida por la misión que le había encomendado y a corresponder generosamente a su amor! Así exclamaba Juana:

“Como Dios lo ordenó, incluso si tuviera cien padres y madres, incluso si hubiera sido la hija de un rey, habría ido.”

Obras grandes puede hacer nuestro Padre Celestial en nosotros si nos abandonamos a su amor. Lo que Dios hace siempre es grande, aunque aparentemente se trate de cosas insignificantes, porque todo procede de su amor. Por causa de este amor, podemos dejar todo atrás y ganar todo.