EN PRESENCIA DEL PADRE

San Benito Abad recomendaba a sus monjes vivir conscientemente en la presencia de Dios. ¡Éste es un excelente consejo, que permite al hombre despertar a la plena realidad! En efecto, una y otra vez se nos describe la verdad de que Dios vela constantemente sobre los suyos. La mirada de Dios se posa sobre todo y todos.

¡Qué suerte que sea la mirada de un amoroso Padre, y no el ojo de “Big Brother” (del “Gran Hermano”), que quiere controlar al mundo entero! En el Mensaje, el Padre nos dice:

“Deseo que el hombre recuerde frecuentemente que Yo estoy ahí donde él está; que no podría vivir si Yo no estuviera junto a él, vivo como él. A pesar de su incredulidad, jamás dejo de estar con él.”

Entonces, Dios se dirige a nosotros de forma profundamente personal. Es la mirada de amor sobre su criatura, que ha de vivir ante Él en estado redimido y en una íntima comunión con Él. Este ofrecimiento está en pie para cada persona. Dios jamás lo retira, aun si el hombre, en su incredulidad, no percibe su amorosa presencia. E incluso si el hombre rechaza a Dios, Él no le da la espalda, sino que sigue invitándolo a volverse a Él.

¡Qué gracia es poder recordar que nunca estamos solos, nunca sin el amantísimo Corazón de Dios, nunca sin el ofrecimiento de poder volver a casa en Él, nunca sin verdadero consuelo!

Pero su presencia también nos forma y nos llama a volver al camino cuando nos desviamos. Nos educa para que todo lo hagamos con la mirada puesta en el Padre, actuando en unión con él. Nos ayuda a refrenar nuestra naturaleza caída, cuando estamos en peligro de sucumbir a sus inclinaciones desordenadas.