EL VESTIDO DE BODAS PARA LA HUMANIDAD

“La humanidad necesita el vestido de bodas para acudir al Banquete del Cordero en el tiempo y en la eternidad” (Palabra interior).

La Iglesia nos enseña que estamos invitados a la cena de bodas del Cordero, y nos llama dichosos por ello.

Pero para llegar a la Casa del Padre para siempre, necesitamos el vestido de bodas. Esta condición se aplica a toda la humanidad, pues todos los hombres están convidados y ninguno está excluido. Sin embargo, no podremos entrar sin el traje de fiesta. Éste fue tejido para nosotros por la infinita bondad de nuestro Padre, y fue lavado y blanqueado por la Sangre del Cordero (Ap 7,14). Ahora estamos llamados a revestirnos con él. Entonces podremos entrar confiadamente en la sala de bodas y el Esposo de la humanidad nos asignará el sitio que nos tiene preparado.

Es el vestido de bodas del Cordero el que nos hace dignos de entrar. No obtenemos esta dignidad de nosotros mismos. Tampoco se trata de aquella dignidad que recibimos de Dios al haber sido creados a su imagen y semejanza. Ésta no es suficiente para la eternidad, porque las transgresiones de los hombres la han manchado de muchas maneras y a menudo se han alejado tanto de los caminos de Dios que han echado a perder casi por completo ésta su dignidad originaria.

Pero el Hijo de Dios, enviado por el Padre, vino al mundo para redimir a los hombres. Tuvo que levantar del polvo al hombre, herido y golpeado, y darle aquella nueva vida que viene de Dios. Por tanto, ahora podemos despertar a nuestra plena dignidad, volvernos completamente a Dios y revestirnos con el traje de bodas para la humanidad. Ahora podemos ser admitidos a la Nueva Jerusalén, porque nuestros nombres están inscritos en el libro de la vida del Cordero (Ap 21,27).