“Nadie está excluido de mi amor; todos están llamados y convidados. Sin embargo, deben revestirse con el traje de boda que mi Hijo ha otorgado a la humanidad” (Palabra interior).
El corazón de nuestro Padre está abierto de par en par a todos los hombres, ¡nadie está excluido de su amor! Todos están llamados a acercarse al trono de su misericordia. Por eso el Padre envía a sus mensajeros para que los hombres conozcan su amor. Sin embargo, aunque este amor sea ilimitado e inagotable, existe una condición para que el hombre pueda recibirlo y vivir en él. Debe revestirse con el traje de boda del Cordero, que el Señor adquirió en la cruz para la humanidad, cumpliendo plenamente la voluntad del Padre Celestial.
Puesto que clavó los pecados de los hombres en la cruz, todos pueden recibir el perdón y ser purificados por la sangre del Cordero. Entonces pueden colocarse el traje de la gracia y acercarse al trono de Dios con fe y confianza. Este es el camino que Dios dispuso para todos los hombres. Anunciarlo hasta los confines de la tierra es la misión que el Señor Resucitado encomendó a su Iglesia.
El mensaje es sencillo y claro. Toda persona puede comprenderlo, siempre y cuando no se cierre. Aquí nos encontramos con el amor del Padre, que no dejó de luchar por la humanidad, a pesar de que esta se alejó tantas veces de Él y le ofendió llevando una mala vida.
Pero nuestro Padre no deja de amar porque quiere tener a cada uno de sus hijos consigo por toda la eternidad. Esta es la razón por la que no debemos perder la esperanza aunque veamos cómo se extiende el mal en la tierra. Al mismo tiempo, es importante anunciar el amor de nuestro Padre de forma correcta, para que las personas no caigan en una falsa seguridad. Todos están llamados a ordenar su vida conforme a la voluntad de Dios y aceptar el traje de boda que se les ofrece. ¡Entonces se salvarán!