«Ahora este amor está olvidado. Quiero recordároslo para que aprendáis a conocerme tal como soy» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
El Padre Celestial pronuncia estas palabras después de exponerle a la Madre Eugenia cómo su amor ha buscado incesantemente a los hombres, ofreciéndoles siempre su amor y su amistad. Sin embargo, el hombre ha rechazado este amor innumerables veces y ha comenzado a crear sus propias leyes, acordes a sus vicios, para su conveniencia. El temor excesivo al Padre Celestial contribuyó a que los hombres se olvidaran de Él. Puesto que ni siquiera los profetas que Dios envió pudieron llegar a los corazones de las personas, Él mismo decidió venir a nosotros en la Persona de su Hijo.
No hubo otra motivación para nuestro Padre sino el amor. Y es este amor el que quiere recordarnos, pues no se ha agotado. Nuestro Padre ha pronunciado su «sí» a nuestra existencia y lo repite innumerables veces en las situaciones más diversas. En efecto, nosotros vivimos de y en este «sí». Solo cuando este «sí» haya penetrado profundamente en nuestro corazón y se haya afianzado en la fe, aprenderemos a conocer a Dios tal y como es en verdad. Entonces, todas las falsas imágenes de nuestro Padre se disiparán.
Este «sí» divino es la fuente que nunca se agota, siempre y cuando no nos alejemos de Dios y nos cerremos permanentemente a la vida que proviene de Él.
De esta fuente mana el agua viva de la Palabra de Dios; la Sangre del Crucificado se derrama sobre nosotros para la remisión de nuestros pecados; todos los buenos dones del Señor colman nuestra vida natural y sobrenatural. En todo ello se manifiesta el «sí» de Dios, que es irrevocable y que pide nuestra amorosa respuesta.
¡Así es nuestro Padre!