Is 7,10-14;8,10b
Volvió Yahvé a hablar a Ajaz en estos términos: “Pide una señal de Yahvé tu Dios, bien en lo más hondo del Seol o arriba, en lo más alto.” Respondió Ajaz: “No la pediré, no tentaré a Yahvé.” Dijo Isaías: “Escucha, pues, heredero de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: Mirad, una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel.” Trazad un plan: fracasará; decid una palabra: no se cumplirá, porque con nosotros está Dios.
¡Una Virgen concebirá! Ésta es la gran señal profetizada, que llegó a su cumplimiento en la Encarnación del Señor. El nombre “Emmanuel”, nos revela la más profunda verdad: Dios se apiada de su pueblo; Él no es un Dios lejano, que deja a los hombres a merced de su propio destino y simplemente permite que continúen andando por sus rumbos equivocados, para que cosechen lo que han sembrado. Si Dios fuera así, ¿quién podría resistir?
Estas palabras del Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio, nos ayudarán a entender con más claridad la actitud que tiene Dios frente a nosotros:
“Cuando constaté que ni los patriarcas, ni los profetas habían podido hacer que los hombres me conocieran y me amaran, decidí venir yo mismo. Pero, ¿cómo hacer para encontrarme en medio de los hombres? No había otro medio que el de ir yo mismo en la Segunda Persona de mi Divinidad. ¿Me reconocerán los hombres? ¿Me escucharán? Para mí nada del futuro estaba escondido; a estas dos preguntas respondí yo mismo: ‘Ignorarán mi presencia aun estando cerca de mí. En mi Hijo me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En mi hijo me calumniarán, me crucificarán para hacerme morir’. ¿Me detendré por esto? No, mi amor por mis hijos, los hombres, es demasiado grande. ”
Si meditamos e interiorizamos esta actitud de Dios, podremos imaginarnos un poco cuán grande fue la alegría de Dios y del cielo entero, cuando aquella Virgen de la que habló el profeta Isaías, aquella a la que veneramos como Madre de Dios, pronunció su FIAT, su SÍ a la Voluntad de Dios.
En el misterio que contemplamos en la Solemnidad de este día, el cielo y la tierra obran en perfecta colaboración, pues la Virgen no demora ni titubea; Ella no pone condiciones ni límites; Ella no dice ‘sí’ para luego vivir en un ‘no’. ¡Así es como Dios desea la relación con los hombres! Él envía a su mensajero, al ángel Gabriel, y encuentra a la Virgen preparada y dispuesta a través de toda su vida. Por eso, Ella puede acoger la gracia y el amor de Dios, y es así como nos fue dado el Redentor prometido.
No cabe duda de que el acontecimiento de Nazaret fue único e irrepetible. Sin embargo, Dios está siempre de nuevo en busca de almas como la Virgen María, almas que acojan Su amor, que conciban espiritualmente a Cristo y lo lleven al mundo. Así, el suceso de la Anunciación continúa hasta nuestros días.
También la Crucifixión fue un suceso único e irrepetible, con el fin de redimir al mundo. Pero día a día, en los altares de la Iglesia, se ofrece el sacrificio incruento de Cristo, de manera que se actualiza lo acontecido en el Gólgota.
Estemos atentos a la forma en que Dios nos habla, a los caminos que Él encuentra para llegar a nosotros. Y por nuestra parte, procuremos estar siempre prestos a oír su voz, estando siempre atentos a sus indicaciones y pidiéndole cada mañana al Señor que despierte nuestro oído, para que escuchemos como los discípulos (cf. Is 50,4).
En la escuela de María, podremos aprender a escuchar y a cumplir la Voluntad de Dios. Ciertamente Ella nos ayudará a responder al llamado del Señor.