EL SEÑOR NOS ESPERA

«¡Sólo tenéis que venir a mí! ¡Yo estoy tan cerca de vosotros!» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Así de fácil nos lo pone nuestro Padre para llegar a Él: una sola elevación del corazón, una palabra confiada, una mirada hacia lo alto, una pregunta a Él: “¿dónde estás?”, “¿quién eres?”

Una persona le había dirigido la siguiente oración cuando aún vivía lejos de Él: «Dios, si existes, muéstrate a mí de tal manera que pueda comprenderte». Otra persona preguntó: «¿Existe la verdad?». Otra: «¿Existe el verdadero amor?»

Nuestro Padre siempre está ahí, y cada pequeño gesto de emprender la búsqueda de Él y hablarle, tal y como Él mismo lo sembró en nuestro corazón, nos abre las puertas a través de las cuales podemos llegar a Dios. Allí nos está esperando desde hace mucho tiempo, sobre todo si nos hemos extraviado. Pero también si, aun conociendo la fe, la habíamos vivido solo tibiamente, nos espera hasta que despierte en nosotros el anhelo de un amor pleno y nos pongamos conscientemente a su servicio.

¡Realmente no es difícil! Dios no nos pone obstáculos para que tengamos que demostrarle cuán fuertes y hábiles somos, y terminemos apoyándonos principalmente en nuestra naturaleza humana. Antes bien, nos dice: «Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Eso no significa que en el seguimiento de Cristo nos espera una vida cómoda o incluso ociosa, libre de desafíos. Pero significa que, si hemos acogido la invitación de Dios y asimilado su amor, Él nos conducirá a través de las dificultades de la vida, de modo que podremos afrontar con su fuerza todo lo que suceda y todo lo que nos aguarde.

Pero primero es preciso acoger su invitación y conocer a nuestro Padre. Entonces nuestra alma encontrará esa paz que no puede hallar en ningún otro lugar. ¡Solo tenemos que acudir a Él! ¡El Señor está tan cerca de nosotros!