“Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor” (Sal 27,14).
El Señor es nuestra fuerza…
Esta es la experiencia constante de aquellos que recorren con el Señor su camino a través de esta vida e intentan cumplir su misión en este mundo. Nosotros, los hombres, somos muy limitados y muchas cosas superan nuestra capacidad. Pero esto no significa que tengamos que perder la esperanza, sino que hemos de aceptar con realismo los límites que Dios nos ha puesto. Al mismo tiempo, nuestro Padre nos lleva muchas veces más allá de nuestros límites, de manera que podemos decir con toda certeza: “¡Es el Señor quien lo ha hecho!”
Cuando esta certeza se asienta en lo más profundo de nuestro ser, no sólo evitará que caigamos en nuestra inclinación a la soberbia o al desánimo, sino que además nos dará el valor de afrontar en el Señor las “cosas grandes”, si Él las ha puesto en nuestro camino, sin por eso descuidar las “cosas pequeñas”.
Hace falta valentía y esperanza para cumplir la tarea que nos ha sido encomendada en esta vida. El Señor nos las concederá en abundancia si nos enfocamos en Él. Una y otra vez podemos renovar en Él nuestras fuerzas y tomar valor, aunque sea sólo para lidiar con este día que hoy tenemos que afrontar. ¡Pero eso es suficiente! Si logramos afrontar este día, nos preparamos para el próximo que viene.
En su Sabiduría, nuestro Padre tiene todo en sus manos. ¡Cuán bien nos conoce! Él se vale de cada situación de nuestra vida para nuestro bien y para nuestra salvación, siempre y cuando busquemos nuestro refugio en Él. Esta es la parte que nos corresponde y que no debemos dejar de hacer.
El verso del salmo que hoy escuchamos no nos invita a tener cualquier esperanza ni nos transmite un optimismo meramente humano; sino que tiene en vista la esperanza como virtud teologal, cimentada en nuestro Padre mismo. ¡Él es nuestra esperanza!
Tampoco hace alusión a una valentía humana, sino que se trata de una valentía que está ligada a la esperanza en el Señor.
Nuestro Padre quiere darnos a entender que todas estas cosas las recibimos de Él cuando lo buscamos. De esta manera, nos atrae hacia sí, para que vivamos cada vez más de Él.