EL SEÑOR ENDEREZA LAS SENDAS

 

“Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócele en todos tus caminos y él enderezará tus sendas” (Prov 3,5-6)

Es una gran sabiduría no apoyarse sobre la propia inteligencia. Aunque es un maravilloso don que Dios nos concede en el plano natural, el entendimiento quedó oscurecido a consecuencia del pecado original, además de que está sujeto a las limitaciones propias del mundo de lo creado.

La inteligencia se convierte en una gran luz cuando se la emplea al servicio de Dios y está iluminada por el Espíritu Santo. Entonces es capaz de trascender los atrios del santuario y adquirir el esplendor de la sabiduría.

El entendimiento iluminado se percata de que, como sugiere el verso de los Proverbios, la confianza debe depositarse en el Señor y no en los propios dones, por maravillosos que éstos sean.

Nuestro Padre mismo –el dador de toda buena dádiva– quiere que lo busquemos por causa suya. A Él hemos de dirigir todo nuestro corazón y en Él, confiar sin reservas. Entonces nos daremos cuenta de que es Él quien endereza nuestras sendas y quiere que caminemos en ellas. Es una alegría para Él guiarnos y hacernos descubrir los caminos de su amor. Éstos se convertirán en nuestro gran tesoro y acrecentarán nuestra confianza en Él. En lugar de la dificultad y el esfuerzo que implica el pretender conocer y superar todo con nuestras propias fuerzas, surge cada vez más la facilidad y la agilidad al poder simplemente cooperar con el Señor y dejarse guiar por él.

“Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” –nos enseña Jesús (Mt 6,33). Entonces escucharemos cómo el Señor quiere decirnos a través del versículo de los Proverbios: “Confía en mí de todo corazón y encuéntrame en todos tus caminos. Entonces verás cómo he enderezado tus sendas, para conducirte a salvo a la meta.”