Después de haber meditado sobre los padecimientos de la oración y sobre cómo manejarlos, dirijámonos a las diversas formas de oración. Aunque la oración sea, en sí misma, algo sencillo, no siempre nos resulta fácil orar, y menos orar bien. También esto es un arte, y, para aprenderlo, conviene estudiar las variadas formas y métodos de oración que existen, y, sobre todo, practicar fervorosamente la oración. En nuestra Iglesia Católica, una oración bastante difundida y querida, sobre todo en algunos círculos, es el Santo Rosario. En algunas de sus auténticas apariciones, la Madre de Dios nos dice cuán importante es para ella el Rosario. Por eso vale la pena que esta meditación se la dediquemos a este tema.
En su libro sobre el Rosario, el teólogo y maestro espiritual Romano Guardini escribe lo siguiente: El Rosario “es una oración que fluye silenciosamente en un marco ordenado.” Con estas palabras, acertó con mucha precisión en uno de los misterios inherentes a esta oración: es el adentrarse en un sereno caudal que brota de Dios hacia el hombre, y que, con la respuesta de la fe, retorna de vuelta a Dios.
¿Qué es lo que hace al Rosario tan valioso y tan recomendable para cultivar y acrecentar la vida de la fe?
Lamentablemente, en ciertos círculos el Santo Rosario se enfrenta a muchos prejuicios. Para algunas personas, no es más que una “repetidera” sin sentido. Para otros, despierta el recuerdo a tiempos pasados, cuando se veían obligados a hacer esta oración en la familia o en la Iglesia. Pero estos prejuicios o resistencias pueden ser superados, cuando se comprende más a profundidad el sentido del Santo Rosario.
- El Santo Rosario es una oración meditativa; es una clásica meditación cristiana.
La repetición de las avemarías forma una cadena que conduce a los misterios de la salvación. Muchos maestros espirituales destacan el beneficio de una oración repetitiva, que es capaz de recoger el corazón del hombre y silenciar su espíritu inquieto. También en otras tradiciones religiosas se conocen las oraciones que se repiten… Un espíritu sosegado y recogido puede concentrarse más fácilmente en el contenido y la esencia de la oración. En este contexto, vale mencionar una tradición de oración que procede de la ortodoxia -la “oración del corazón”-, en la que se repite constante y sistemáticamente: “Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí.” El fin de la “oración del corazón” es sintonizar el entendimiento con el corazón, para que la persona se haga más receptiva para la presencia de Dios, y para que en ella despierte más profundamente el amor al Señor. Lo mismo sucede con el Santo Rosario. Sus misterios, que son las estaciones de la vida de Jesús, se van asentando en el corazón a través de la meditación y la repetición, y se convierten en una especie de certeza interior. Y esto, a su vez, lleva a un mayor amor y gratitud para con Jesús. Es fundamental rezar el Rosario con el corazón; es decir, orarlo en el interior. Las frecuentes repeticiones llaman una y otra vez al espíritu disperso a volver al verdadero centro de la oración.
- El Santo Rosario es una oración bíblica.
Desde tiempos remotos, existe en el judaísmo la tradición de rezar el así llamado “salterio”, que son aquellos salmos que Jesús mismo rezaba también con sus discípulos. La Iglesia, particularmente gracias a los monjes, adoptó esta forma de oración litúrgica, y así fue surgiendo la llamada “Liturgia de las Horas”, en la que se distribuyen los 150 salmos en un ciclo de una semana o un mes. Al Rosario se lo llamaba el “salterio del pueblo”, porque originariamente se rezaban 150 avemarías, también en un ciclo ordenado y sencillo de orar. Otro aspecto que el Santo Rosario tiene en común con los salmos es su carácter bíblico.
De hecho, la primera parte del avemaría son las palabras del saludo del ángel, junto con el saludo de Isabel, cuando ella reconoce que la Virgen porta en su vientre al Mesías. En la salutación angélica, se le comunica a María el designio de Dios de que su Hijo se hará hombre, y Ella recibe la invitación a unirse a esta Voluntad de Dios con su libre consentimiento. Al repetir en el Rosario esta salutación angélica, es como adentrarse y actualizar este suceso, que, en primera instancia, estaba determinado para la Virgen, pero se prolonga a la humanidad entera. El que ora, saluda a María con esta misma salutación, y actualiza así el acontecimiento salvífico, que se va asentando más y más en el corazón. Además, el acontecimiento de la Anunciación se convierte en un cuestionamiento para la persona que ora: ¿Estamos dispuestos a acoger el mensaje del ángel y a hacer la Voluntad de Dios, para así portar a Cristo al mundo?
- El Santo Rosario es una oración realista.
Desde hace mucho, la Iglesia conoce el amoroso poder que la intercesión de María tiene ante Dios. En la segunda parte del avemaría, se suplica que esta intercesión se extienda a nosotros, particularmente a la hora de la muerte. El poder tan especial de la intercesión de la Virgen procede de su cercanía a Dios. Ninguna otra persona estará tan involucrada en el misterio de la salvación, con tal familiaridad, como lo está María, como Madre y discípula de Jesús. El pedir su auxilio para la hora de la muerte, procede ciertamente de una experiencia espiritual. Y es que el hombre no puede simplemente desplazar de su vida a la muerte; sino que debe integrar esta realidad. Así, esta súplica no solamente invoca la protección de María y crea una relación de confianza con Ella; sino que implica también un enfrentamiento consciente a la realidad de la muerte, que es inevitable. Gracias a la fe, la muerte puede ser despojada de su amargura y desesperanza. Entonces, hemos de integrar a la muerte en nuestra vida, y así nuestra vida se hará muy realista.