EL RETORNO DE LOS HIJOS PRÓDIGOS

“Si hay algo que deseo (…) es el retorno de los hijos pródigos a la Casa del Padre, especialmente de los judíos…” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Si los deseos de nuestro Padre nos resultan sumamente sagrados, podremos entender fácilmente que una de sus grandes preocupaciones es que el Pueblo judío, su “Primogénito”, retorne a Él. El Apóstol Pablo estaba tan encendido de amor por su pueblo que, en su celo, profirió estas palabras: “Desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne” (Rom 9,3).

Aunque sin descuidar la oración por todos los hombres, el retorno del Pueblo elegido y tan sufrido a la Casa del Padre, reconociendo al Mesías que el Padre les envió, ha de convertirse para nosotros en un profundo anhelo e intención de oración.

Jesús lloró sobre Jerusalén, porque no reconoció la hora de la gracia (Lc 19,41-42). Sabemos las consecuencias que esto trajo consigo.

Es un engaño creer que el Pueblo Judío tendría su propio camino de salvación que le conduciría a Dios y que, por tanto, no estaría necesitado de que se le anuncie al Mesías. Si hoy en día hay católicos que piensan así, no conocen el deseo ardiente del Padre, no han interiorizado las conmovedoras palabras de San Pablo ni han comprendido la Redención que el Hijo de Dios trajo a toda la humanidad.

Este deseo que el Padre nos confía, nos invita a comprender mejor su Corazón. ¿Cómo podría Él olvidar a aquellos que, con tanto esfuerzo, sacó de Egipto y condujo por el desierto?  ¿Cómo podría olvidarse de aquellos a los que preparó durante tanto tiempo para la venida de su amado Hijo? ¿Cómo podría olvidarse de aquellos por quienes Jesús pidió en la Cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)?

¿Cómo podría olvidarse de aquellos de quienes San Pedro atestigua que “obraron por ignorancia”, aunque llamándolos al mismo tiempo a la conversión, “de modo que vengan del Señor los tiempos de la consolación, y envíe al Cristo que ha sido predestinado para vosotros” (Hch 3,17-20)?