«Para que, a pesar de todo, se acordaran de Dios, su Padre, y de su único deseo de salvarlos, le di a Moisés mis Mandamientos, para que, al guardarlos, pudiesen recordar al Padre infinitamente bueno, que sólo se preocupa por su salvación presente y eterna» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
En las palabras de nuestro Padre notamos que los mandamientos no son simples reglas que han de proteger nuestra vida y establecer orden en nuestra relación con Dios y con el prójimo. Al transmitírselos a Moisés, Él quería ante todo que los hombres recordaran a su Padre, que se preocupaba por su salvación, puesto que se habían olvidado de Él.
Vemos, pues, que en todo lo que Dios hace y permite se manifiesta su amor. Cuanto más lo comprendemos, más claramente lo vemos. Para ello, se nos ha dado la fe como luz en nuestra vida terrenal. Gracias a ella, ya podemos captar y estar seguros del amor de Dios en todas las situaciones de nuestra vida, por más oscuro que parezca todo a nuestro alrededor. A veces, nuestra alma se siente árida y nuestras emociones no sienten su amor. Sin embargo, «cuanto más el alma cree en ti, tanto más íntimamente se une a ti y participa de tu bondad» (Santa María Magdalena de Pazzi). Por tanto, cuanto más nos aferramos con fe a la verdad de que Dios nos ama, tal como Él mismo nos lo asegura, más podrá penetrar en nosotros su amor y crecerá la certeza interior de sabernos amados.
¡Esa es siempre la intención de nuestro Padre, ya sea a través del regalo de sus mandamientos o de tantas otras bendiciones con las que nos colma! Siempre debemos recordar su amor.